La intención positiva de la tristeza

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La tristeza, ¿Qué imagen, sonido o sensación te genera esta palabra?

 

De todas las emociones básicas del ser humano, la tristeza junto con el miedo, la ira y el asco son las llamadas emociones negativas. A diferencia de la alegría o el amor, como emoción positiva. En parte, le hemos extirpado a la tristeza su potencial positivo. Si comprendemos que toda emoción tiene su razón de ser y su finalidad positiva, no nos daría tanto miedo sentirlas, explorarlas y darles el lugar que les corresponde en el momento adecuado y con la intensidad que requiera la circunstancia vivida.

A veces la tristeza es apropiada a las circunstancias, otras veces se alimenta de pensamientos negativos, que nos llevan a “aumentar” innecesariamente nuestro malestar; afectando paralelamente nuestra delicada autoestima.

Es necesario y humano, permitirnos sentir la tristeza. Siempre y cuando la vivamos como un estado transitorio y no permanente. Cuando nos sentimos tristes y atrapados en nuestra tristeza, lo más importante es poder “darnos cuenta” de cómo nos sentimos, sin que intentemos buscar explicaciones, razones o justificaciones. Es necesario darnos permiso y tiempo para recuperarnos de algún episodio doloroso que, a veces, pasamos por alto para no sentir el dolor natural por una pérdida, despedida, un cierre, un final. El caso es que, tarde o temprano, nos cobrará factura y tendremos que “parar” y mirar a la cara lo que en verdad hay.

Esta es la intención positiva de la tristeza. Viene para ayudarnos a sanar. Viene a regalarnos un tiempo útil para la introspección, para expresar el dolor afectivo de una manera adecuada, adaptativa y sana.

¿Cuándo se transforma en un problema? Cuando la dejamos estar más del tiempo necesario. O por el contrario cuando nos esforzamos para expulsarla, no sentirla; disfrazándonos de “fuertes”, de “yo puedo con todo” “yo para adelante”.

En algunas personas lo que en principio fue una emoción de tristeza, ha llegado a transformarse en una actitud frente a la vida… y en este punto merecería la pena revisárnoslo! ¿Para qué? Para cambiar de enfoque.

Sentir tristeza es una opción…

Imagínate dos maneras distintas de posicionarnos frente a una misma realidad:

- “¿Cómo es posible estar triste, siendo tan hermoso todo lo que me rodea?”

- “¿Cómo es posible ser feliz, estando rodeado de tantos problemas, desdichas y maldad?”.

La decisión de ser o no feliz, de estar o no feliz, o por el contrario, de estar o no triste, de sentir o no tristeza, depende de nosotros/as mismos/as. Por suerte tenemos a nuestro alcance la posibilidad de elegir y decidir cómo queremos sentirnos.

Elegir suele ser difícil para algunas personas, más aún decidir. No basta sólo con elegir. La elección implica una preferencia y un ¿para qué? ¿Qué estoy buscando con esta actitud? ¿Para qué lo hago? ¿Qué quiero conseguir? Por otra parte la decisión es la que nos permite aplicarlo, llevarlo a la acción, ejecutar lo que hemos elegido. A veces pasamos mucho tiempo antes de decidir el qué hacer. Una manera de aplazar, de dejarnos estar sin cambiar.

Decidir no nos resulta nada fácil. ¿Por qué? Porque nos obliga a asumir una responsabilidad sobre nuestros actos, a sabiendas de que si algo sale mal, no tendremos a quien echarle la culpa. Entonces, ¿para qué hacerlo?

Para obtener la recompensa que nos da la libertad. Libertad para sentir, pensar y hacer lo que realmente queremos. Aunque parece ser que asumir la responsabilidad de nuestras decisiones (acciones) nos cuesta y mucho. Por eso nos encontramos con personas infelices, haciendo lo que otros dicen. Eso sí, con la tranquilidad de poder reprochar, culpar y poner fuera todo lo que no soy capaz de asumir y cargar. Es el precio que pagamos.

¿Qué precio pagas tú?

Por no saber cómo o no querer hacernos cargo de lo propio es que “la tristeza y la infelicidad” van cobrando cada vez más protagonismo en nuestra sociedad. Comprender la necesidad de un cambio de actitud nos permitirá dar ese paso hacia delante. Es un proceso que lleva tiempo, esfuerzo y, según como elijas vivirlo, puede ser con dolor o placer, con tristeza o alegría. En definitiva, el camino a seguir es uno sólo, aquel que elijas y por el que tu apuestes. Mirar hacia atrás sólo debe servirnos para recoger las enseñanzas que nos ha dejado.

Autora: Carina Sampó Franco

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