16 de Junio, Día del Padre

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El 16 de junio será una nueva ocasión para homenajear a los padres. Junto al saludo y al regalo, aparecerán los afectos, los recuerdos, y cuántas cosas. Cada uno revisará su relación al padre, esté o no presente. Ya sea desde el lugar de hijo, de padre o de ambos al mismo tiempo. Revivirán los lazos que los unen, las ideas que los separan, las asignaturas pendientes, los sinsabores, las alegrías. El caso es que la figura del padre encierra una clave fundamental para nuestras vidas: es un referente insoslayable.

Sea para admirarlo, denostarlo, amarlo, odiarlo, enfrentarlo, evitarlo, respetarlo o superarlo, la cuestión es que no podemos prescindir de él. Siendo así, asumimos que por más enigmática que resulte su función, es imprescindible.

¿Qué entendemos por función del padre? Los analistas llamamos así a lo que estructura nuestra subjetividad. El niño, esa criatura arrojada al mundo, deberá transitar un largo y complejo camino para devenir sujeto. Si no contara con un referente, este proceso no podría cumplirse. Se trata, ni más ni menos, del proceso por el cual un ser se inserta en la cultura, se apropia del lenguaje, entra en relación con los otros. Si alguien no se anticipa con su propio deseo a ese devenir estructurante, es imposible que acontezca el “milagro” de que un recién llegado se asuma como sujeto y le otorgue un sentido al mundo en el que vive. Esa función normalmente está sostenida por los padres, quienes son en principio los otros más significativos, más privilegiados.

Desde el momento en que un hombre reconoce a un hijo como propio, le da su apellido y lo inscribe en una red que podemos denominar simbólica, como hijo de, nieto de, hermano, etc. Estas coordenadas que constituyen los lazos de parentesco, ubican al niño en un lugar preciso dentro de la enmarañada trama social. A partir de allí, es posible que ese niño signifique a su vez a los otros y lo que lo rodea; tenga acceso a la palabra, al reconocimiento de sí mismo y de las cosas.

Por supuesto que este proceso es una construcción progresiva, pero la piedra basal es esta función paterna. Decimos que un padre siempre adopta al hijo, aunque se trate del padre biológico, ya que es la madre la que lo designa como tal. Y a partir de allí se presentarán todas las vicisitudes, comprometiendo esa función de tantas maneras distintas como padres hay.  Esos avatares conforman la novela de cada uno, según cómo haya sido alcanzado por esa relación al padre y según haya atravesado las vueltas del camino.

Esas vueltas son las que retornan cuando nos disponemos a conmemorar su día. El tributo no está exento de la ambivalencia propia de la relación padre-hijo, y quizá, por eso mismo lo homenajeamos.-

Lic. Lila Isacovich
Directora del Área Asistencial de la
FUNDACIÓN BUENOS AIRES

Más información:
www.fundacionbsas.org.ar

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