Las drogas: ¿en la búsqueda de la felicidad?

Por Lic.Leila Chait _ Carmen Ibañez

¿Quién alguna vez no ha deseado ser feliz? ¿Quien alguna vez no ha confundido lo que tiene con lo que es? ¿Quién no se ha confundido alguna vez en lo que es?
Estos interrogantes, enmarcados en la sociedad de consumo actual generan, un discurso de idealización del consumo de objetos, incluido, las sustancias tóxicas como objeto de consumo.

La sociedad actual considera el bienestar un derecho indiscutible del ser humano, en este contexto la industria del consumo juega su papel proponiendo todo tipo de objetos que nos hará definitivamente felices.

El sujeto es culpable de no ser feliz, pues se entiende que la consecución del bienestar es una meta individual, al alcance de aquel que se lo propone.
Conseguir la felicidad es un imperativo no intercambiable ni sustituible, por lo que su logro es independiente de su precio y así el fin justica los medios.
La persona que no alcanza el reto de la felicidad entiende de sí misma, que no sirve (en el sentido utilitarista del término), que no es válida y si no hay valor, la persona está nula. El que está nulo, está vacío y el vacio es angustioso, genera malestar. Intentamos suprimir aquello que nos daña, bien porque nos molesta, bien porque nos aleja del objetivo común de alcance de la felicidad.

Las drogas tienen una funcionalidad dentro de la sociedad de consumo, por un lado son en sí mismas objetos de consumo, y por otro lado permiten mantener el malestar lo más alejado posible.
El consumo de algunas sustancias nos valen como ejemplo de lo anterior; el doping para conseguir el máximo rendimiento por encima de las propias posibilidades, la cocaína para darlo y poder con todo, las drogas de síntesis proporcionan nuevas experiencias al límite, el alcohol para lograr aquello que no somos capaces de hacer, los ansiolíticos, antidepresivos, relajantes musculares, etc. son los evitadores del malestar por excelencia. Si repasamos los ejemplos anteriores se evidencia que el consumo de sustancias tóxicas persigue llenar el vacío, velando la nulidad del sujeto.
A sí mismo el consumo de sustancias está normalizado en el día a día de la vida familiar, en los festejos se brinda con bebidas alcohólicas, el fumar antes o después de una situación estresante, etc. a la vez que se explica a los hijos que consumir estas sustancias es perjudicial para ellos y que dejará de serlo cuando sean adultos, pero que a nosotros los adultos consumirlas, nos acerca un poco más a la felicidad.

Nuestra intención como padres sería que nuestros hijos fueran felices, no sufrieran, consiguieran lo que se proponen, sean mejores, consoliden su proyecto de vida alejados del malestar. O tal vez nuestra responsabilidad, sería que nuestros hijos entendieran que las sensaciones de vacío, aburrimiento, incertidumbre, frustración y dolor son inherentes al ser humano y es necesario aprender a convivir con ellas porque estas no se oponen al bienestar de la persona, sino que forman parte de el.

¿Cómo podemos transmitir este mensaje, inmersos en una sociedad que lo invalida, al hacer del bienestar y el malestar conceptos mutuamente excluyentes?

Superar la contradicción tiene en su punto de partida el conocer su existencia, tenerlo en cuenta es hacerlo visible, consciente y por tanto trasmisible. Creemos que podemos transformar la relación existente entre estos conceptos y empezar a entender que el bienestar y el malestar son dos caras de una misma moneda.

Lic. Leila Chait- Psicóloga
Carmen Ibañez-Trabajadora Social

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