Las drogas: ¿En la búsqueda de la felicidad? Parte 2

Por Lic.Leila Chait _ Carmen Ibañez

En el anterior artículo relacionábamos el concepto de felicidad con el consumo de drogas todo ello enmarcado en la sociedad actual, basada en los principios del mercado. La cosificación de la felicidad supondría por tanto la posibilidad de comprarla, quedando esta representada a través de diversos objetos, entre ellos las drogas.

De la misma forma que ocurre con el bienestar y la felicidad, otros conceptos o valores abstractos como el de la salud, son identificados con mercancías en aras a su mejor venta, convirtiéndose en productos falsamente adquiribles. En este espacio tienen cabida los medicamentos como objetos de consumo al servicio de la salud.

El consumo de medicamentos no tendría como único objeto aliviar o suprimir un malestar o sufrimiento, sino, en sentido metafórico (simbólico), acercaría al sujeto a la consecución del bienestar o de la felicidad.
Se ha banalizado la adquisición y el consumo de fármacos. Es frecuente la automedicación suministrándose remedios o modificando las pautas recomendadas por el médico.
Cada vez es más frecuente escuchar a jóvenes ó adultos que comentan estar tomando algún tipo de remedio que fue recomendado por un amigo o sugerido en algún medio de comunicación.

La industria farmacéutica es otro de los beneficiarios de esta trivialización, informándonos a través de la publicidad de una gran cantidad de productos médicos de fácil acceso, que desde su simple nombre comercial nos invitará a consumirlos y tenerlos cómodamente en nuestros hogares, consumiéndolos a demanda, con la simple lectura atenta de su prospecto.

Siguiendo esta línea el sujeto solo tiene que comportarse como un paciente y esperar los efectos. La responsabilidad del sujeto sobre su sufrimiento, tanto sobre el origen del mismo como sobre su superación queda diluida. En este caso, como en tantos otros en que se adquiere un objeto para suplir un malestar lleva aparejado la pérdida de la subjetividad.

Si nos centramos en los padecimientos del ánimo: la tristeza, la apatía, el nerviosismo, etc. hayamos un conjunto de fármacos (psicofármacos) cuya acción elimina en el mejor de los casos el síntoma, es decir intenta hacer desaparecer la manifestación visible de lo que nos ocurre, pero no actúa sobre el origen de este, que permanece para resurgir tal vez con otra forma, indicando que algo va mal.

La búsqueda de la consecución del bienestar así entendido, tiene cada vez un precio más alto, puesto que no dejamos de adquirir cosas pensando que son estas las que nos harán felices. Ante la insatisfacción producida por el no hallazgo nos encontramos cada vez más alejados de nosotros mismos, tal vez los únicos que en realidad podemos llegar a conocer y encontrar el camino propio hacia la felicidad.

¿Hasta dónde podemos llegar en la carrera por alcanzarla? ¿Es a cualquier precio? ¿Qué rol juega el deseo en todo esto que va dando pasos agigantados sin que podamos comprender bien cuál es el destino que procura elegir?
Lo cierto es que el deterioro aparece y se va apropiando de la vida del sujeto, dejando sus propias marcas.

¿Cuál sería el límite al que se podría llegar sin cruzar la línea final?
¿Existirá?

Lic. Leila Chait . Psicóloga
Carmen Ibañez. Trabajadora Social

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