La niñez y la adolescencia de los hijos adoptivos

Por Lic. Estela de Fina de la Fuente

La decisión de adoptar un niño trae aparejados algunos conflictos durante la crianza. Estos conflictos no son más sencillos o más complicados que los que aparecen con los hijos biológicos, simplemente son distintos. Hay que tenerlos en cuenta para resolverlos con la mayor amplitud de miras posible.

La temática de la adopción abarca varias cuestiones. Este informe se centraliza en tres de ellas.

Los padres biológicos

Para que haya un bebé en adopción existe, como situación previa, una madre (o una pareja) que deja a su hijo. Un gran porcentaje de los padres son adolescentes en situación de desamparo. Este entrecruzamiento entre el abandono de un bebé y el adolescente desvalido deja secuelas que no siempre son tenidas en cuenta. El funcionamiento de equipos interdisciplinarios para el seguimiento de la embarazada y del vínculo madre-padre-bebé, hasta por lo menos el segundo año de vida, previene situaciones de abandono. Las experiencias en curso así lo confirman.

Adopción de jóvenes en condiciones precarias

El desamparo, las privaciones y el pasaje por instituciones de muchos púberes y adolescentes generan un desafío para las personas que procuran compensar esas carencias. El diagnóstico situacional que deben efectuar quienes establecen el contacto entre el niño en vías de adopción y las personas que estén dispuestas a concretarla es fundamental. Considerar cuidadosamente la historia del púber, el grado de privación que ha sufrido y los efectos en su vida psíquica garantizará, en cada caso, el lugar adecuado para su pleno desarrollo.
En nuestra cultura, el modelo de pareja parental es el ideal para la crianza de todo niño. Esto es compartido y fundamentado desde distintas disciplinas. Sin embargo, debemos ser muy cuidadosos. Es muy frecuente en adopción de niños mayores la “devolución” en el período de guarda. Esto se puede evitar si un equipo interdisciplinario trabaja, al mismo tiempo, en el diagnóstico del niño y de las personas que van a adoptarlo, y con el acercamiento gradual entre ellos. Hay casos de púberes y adolescentes con una larga historia de institucionalización que funcionan y pueden integrarse mejor con una familia sustituta, en un hogar con varios niños y una pareja a cargo, que en una familia de clase media. En otros casos, los hogares-granja son la única posibilidad para ciertos chicos que han perdido la capacidad de establecer un vínculo íntimo (al decir de Winnicott) y así pueden tomar elementos de la relación con sus pares para forjar la identidad.
Es importante que las personas dispuestas a adoptar sepan la historia previa del niño y sus condiciones de salud física y psíquica. Prevenirlos sobre las conductas que suelen tener al comienzo de la relación (agresiones, conductas delictivas, depresiones) evita que caigan en el desánimo al asumir la crianza, les brinda confianza en sus capacidades maternas y paternas, permitiéndoles comprender el sufrimiento de este niño y no ubicarlo en el lugar del “malo por naturaleza, por el que nada podemos hacer” (identidad negativa). Se los ayuda a conectarse con las pérdidas que padecen.

El niño adoptivo y su entrada a la adolescencia

La psiquis humana pasa por diferentes crisis vitales. En el primer año de vida, hay un pasaje de la vida en el útero a la vida en el mundo exterior. Luego, en el destete, se produce la separación del cuerpo de la madre. También tenemos otras crisis, como el control de esfínteres y el Edipo.
La pubertad implica un momento de pasaje a la adolescencia. Esta etapa tiene una intensidad solamente comparable a la crisis del primer año de vida. Vale decir que no entendemos crisis como enfermedad, sino como cambio.

Tres grandes ejes enmarcan la crisis adolescente:

1) Las transformaciones corporales, incluyendo los cambios hormonales que incrementan la sexualidad y posibilitan el acceso a la genitalidad.
2) La búsqueda de la identidad. La construcción del propio proyecto de vida, los ideales, en confrontación con las generaciones anteriores. Estas dos problemáticas producen como consecuencia el tercer eje, fundamental en la adolescencia.
3) La ruptura con los padres de la infancia, con el cuerpo de la infancia. Es en este sentido que se produce la tan nombrada y esperada rebelión adolescente. Esta persona, que no siendo niño aún no es adulto, puja por su autonomía e independencia, pero oscila entre regresar a los patrones de la niñez, demandando con voracidad a los padres, y desoír las indicaciones de los adultos.

Aunque los padres hayan informado a sus hijos en la primera infancia sobre su adopción, en la adolescencia todo se resignifica. Esta es una etapa donde cada persona comienza a construir su historia. Por lo tanto, a pesar de la resistencia que provoca acercar al hijo a sus orígenes biológicos, es fundamental que los padres puedan aceptar esa búsqueda. El adolescente debe contar con un lugar neutro donde encontrar los datos de su biografía, contenido por un equipo especializado. Los derechos del niño incluyen el derecho a la identidad y la nueva ley de adopción establece la edad de 18 años para tener acceso a un legajo.
En este cimbronazo llamado adolescencia se pueden saldar las cuentas del pasado. Cualquiera sea la edad en que se haya producido la adopción, el hecho de ser adoptado se inscribe como una complejidad más en la historia del sujeto. Hay una doble vuelta de la historia en el adolescente adoptivo:

•    Retorno de lo biológico. La potencialidad genética, tanto positiva como negativa, se observa durante el desarrollo de la pubertad. Las transformaciones intensas y bruscas, que le causan extrañamiento respecto a su cuerpo, se acrecientan en el adolescente adoptivo por la ausencia de referentes biológicos (¿A quién me parezco? ¿Al abuelo? ¿Al tío?). Aquí es de gran ayuda la intervención pediátrica: puede ubicarlo según las tablas de crecimiento en la representación de su futuro cuerpo. Pero también el pediatra se enfrenta con el desconocimiento de los antecedentes de enfermedades hereditarias.

•    Reedición de la novela familiar del neurótico. En otras palabras, todos los jóvenes piensan en los verdaderos padres que hubieran deseado tener, siempre maravillosos. En el adolescente adoptivo esta fantasía tiene asidero en la realidad. Muchas veces los padres biológicos son idealizados en forma correlativa a la desvalorización y oposición hacia los padres adoptivos. Las fantasías de robo, apropiación (que los medios de comunicación confirman a diario con casos concretos) se despiertan en los adolescentes, causan angustia en los padres, sobre todo si no han hablado aún con sus hijos de su origen. Temen entonces ser ellos abandonados.

•    La sexualidad. El enigma del origen, cuestión universal, en el adolescente adoptivo se entrecruza con la posibilidad de desplazar los conflictos edípicos a aquellas figuras fantasmáticas, dejando a los padres adoptivos en un lugar ajeno a cualquier sospecha de ejercicio de la sexualidad. Así es que podemos encontrarnos con familias donde la sexualidad es reprimida, que no favorecen el proyecto de autonomía de los hijos adoptivos, y con casos opuestos, donde el vínculo, por no ser biológico, está levemente erotizado. Ambos extremos son habituales en el trabajo clínico.

Es necesario dejar precisado que la adopción por sí misma no es generadora de patología, pero no podemos desconocer que se abren muchos interrogantes sobre los puntos ciegos ante las pérdidas y los duelos en esta doble vuelta de las historias en los niños y adolescentes adoptivos. Es necesario un plus de elaboración de los traumas por parte de padres e hijos.
El aporte de grupos de referencia y terceros, que ayuden a desmitificar lo secreto de la adopción, contribuirá a esclarecer situaciones y mitigar la culpa por haber desafiado el mandato de la esterilidad. Este mandato puede instaurarse en los hijos adoptivos, quienes, pudiendo procrear biológicamente, se niegan a esa posibilidad. Cuando los padres adoptivos pueden transmitir cierto reconocimiento hacia un hombre y una mujer que tuvieron la posibilidad de engendrar y dar vida a este hijo que ellos criaron, se produce una reconciliación estructural para el adolescente. Y como todo hijo, sea biológico o adoptivo, al final de la adolescencia adoptará a sus padres o no.

Consultorios Externos de Salud Mental
Hospital “Evita” (ex-Aráoz Alfaro), Lanús, Provincia de Buenos Aires

Lic. Estela de Fina de la Fuente

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