Comida chatarra: ¿sí o no?

Por  Dr. Jesús Tristán Lopez

En los últimos veinte años, se ha incrementado de un modo alarmante la obesidad en la infancia y adolescencia. Muchos la consideran como la epidemia mundial del siglo XXI. La alimentación defectuosa y el poder de la publicidad tienen incidencia directa sobre este mal.

La obesidad es un trastorno complejo y difícil de tratar porque depende de la alimentación y de los hábitos de vida, relacionados con las condiciones socioeconómicas de crianza.

Uno de cada tres adolescentes tiene obesidad o sobrepeso, especialmente los varones. Algunas cifras son preocupantes. La mitad de los casos de sobrepeso aparece antes de los dos años de vida. El 80% de los adolescentes obesos lo será el resto de su vida.
Hay dos tipos de obesidad: exógena y secundaria. La obesidad exógena representa el 95% de todos los casos en población infantil. La secundaria, en cambio, es el 5% restante y forma parte de la sintomatología de una enfermedad previa.

La situación en México no es alentadora. Ocupa el segundo lugar en todo el planeta en número de obesos. Su capital, el Distrito Federal, es la ciudad con mayor cantidad de obesidad en el mundo. México es el primer consumidor de gaseosas por persona.
Casi el 40% de los niños alrededor de los 10 años de edad tiene problemas con su peso y con su tensión arterial. Son chicos que prácticamente no comen frutas ni verduras. Su dieta está compuesta por frituras, sopas instantáneas y bebidas gaseosas. Muchas veces, la leche es sustituida por esta clase de refrescos.
En las escuelas y alrededores, abundan las bebidas azucaradas y los alimentos con grandes cantidades de calorías. A esto podemos agregar la insuficiente actividad física desarrollada durante el día. La ingesta de calorías durante el horario escolar equivale a la mitad de lo requerido en toda una jornada.

¿Qué es la comida chatarra?

En primer lugar, es importante no satanizar estos alimentos. Lo más problemático resulta ingerirlos en cantidades desmedidas. Lo ideal sería que no fueran consumidos en lo absoluto, pero es necesario concentrarse en evitar los excesos.
La comida chatarra, en general, es un alimento elaborado con cereales de maíz, arroz o trigo. Tiene baja densidad de nutrientes y proporciona la energía de los hidratos de carbono. Las grasas con las que se preparan tienen un contenido altísimo de sal.
En definitiva, contribuyen a la nutrición ya que alimento es toda sustancia que sustente la vida de los seres biológicos. El problema es que el exceso en su consumo tiene como consecuencia una nutrición muy desbalanceada.
La comida chatarra es diseñada para atrapar a los consumidores en su costado más hedonista. Las publicidades, un factor crucial en el éxito de este tipo de alimentación, alude muchas veces a un consumo sin límites. La publicidad tiene la capacidad de modificar los hábitos alimentarios.
En las últimas décadas, se demostró que a los seis meses de edad, los bebés pueden formar imágenes mentales de logotipos y mascotas de empresas. A partir de los dos años, puede desarrollarse fidelidad con respecto a una marca. A los tres, ya piden los productos por su nombre. Muchas veces se genera confusión entre una publicidad y un programa de televisión. Los chicos no entienden que la intención de la publicidad es vender un producto.

Las grasas trans, ingrediente primordial de la comida chatarra

A pesar de que generen placer, las grasas trans hacen descender el colesterol bueno y elevan el colesterol malo. Según la Organización Mundial de la Salud, el consumo no puede superar el 1% de las calorías ingeridas a diario. Las grasas trans se encuentran en alimentos elaborados con aceite vegetal. Los principales son:
1. Papas fritas. Un paquete de 150 gramos, contiene 7 gramos de grasas trans.
2. Hamburguesa. Un medallón de 200 gr, 3 gr de grasas trans.
3. Margarina (0,9 gr de grasas trans por cucharada).
4. Barra de chocolate de 80gr (0,75 gr de grasas trans).
5. Barra de cereal (0,4 gr de grasas trans).

Para prevenir la obesidad, es necesario contar con programas de educación referidos a la alimentación, dirigidos a niños, a adolescentes y a toda la familia. Estos programas deben ser paralelos al incentivo de actividades físicas. Un tercer paso sería la regulación por parte de los legisladores de la publicidad dirigida a los niños.

Dr. J.T.López- Academia Mejicana de Pediatría

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