Familias ensambladas

Por Lic. Gisela Holc
Los cambios en los usos y costumbres culturales traen consigo la creación de nuevos conceptos, nuevas palabras: por ejemplo con la nueva tecnología, Internet y demás tenemos nuevos verbos como ser chatear, hachear y muchos más.

Asimismo sucede con la naturalización de la separación y/o divorcios y la nueva apuesta a formar una nueva familia, apareció el nombre de familias ensambladas. Con este nombre se intenta describir una nueva unión familiar donde conviven un hombre, una mujer, que forman una pareja nueva, los hijos de cada uno de ellos con su respectivo ex (que también es parte de este contexto) y posiblemente el hijo que surja de esta nueva unión: así tenemos una familia formada por los tuyos, los míos y los nuestros.

Esta nueva familia que se conforma tiene características propias y diferentes a las familias tradicionales, de primeras nupcias. Es importante conocer las diferencias para poder apostar al éxito de la misma.

A esta nueva familia la preexiste siempre una pérdida, sea por separación o divorcio, sea por viudez o desarraigo, esta nueva familia se construirá sobre las bases de una pérdida: se ha perdido también el sueño del matrimonio para toda la vida, la ilusión de la familia unida, etc.

Esto conlleva algún tipo de sentimiento de dolor, tristeza, frustración que es muy posible que algún miembro de la familia no haya superado, especialmente los hijos.
Los hijos viven la concretización de esta nueva pareja como el fin de la esperanza a que sus padres vuelvan a juntarse: entonces lo que puede ser alegría para algunos, puede ser tristeza para otros.

Mientras en las familias tradicionales, los hijos nacen a posteriori de la formación y consolidación de la pareja, en las familias ensambladas este orden se altera: los hijos preexisten, así como también existen otros hijos, otros adultos en cuestión: tíos, abuelos, primos… otros padres, otras costumbres, otras historias.

¿Cuál es el desafío en este contexto?
El desafío es que cada uno pueda lograr un sentimiento de pertenencia a la nueva vida familiar. Esto no se da espontáneamente sino hay que construir. Habrá que ser sumamente creativo para lograr una cohesión familiar con reglas propias, tendiendo en cuenta las necesidades individuales por un lado y las necesidades de los diferentes subsistemas que conforman una familia: hijos, padres, pareja, etc. Es un proceso y como todo proceso lleva tiempo. Tiempo que no se puede acelerar, porque es tiempo de elaboración, y aceptación a la nueva realidad. Realidad que a los hijos no se les da a elegir, pero que hay que ser audaces para saber ofrecer e invitar a compartir.

Mientas la nueva familia se organiza puertas adentro, paralelamente hay que trabajar para la integración de esta, en la familia ampliada: y aquí entran en juego los tíos, abuelos etc. Como bien sabemos, y si no es bueno saber, son los adultos quienes deben establecer los vínculos con los menores: los vínculos se dibujan desde arriba hacia abajo. Es tarea de ellos de intentar seducir a los nuevos integrantes. Estos vínculos que no se dan natural y espontáneamente, como si lo son en las familias de primeras nupcias, demandará para su buen fin dedicación, esfuerzo, y mucha paciencia así como tolerancia a la frustración. No se puede pretender que inmediatamente los chicos disfruten de compartir con la presencia de seres extraños para ellos. Habrá que ingeniárselas para transformar esa extrañeza en familiaridad. Es misión de los adultos proponer encuentros divertidos, paseos amenos, hacer regalitos para que los chicos puedan ir incorporando a estos nuevos personajes en el repertorio de sus adultos queridos o queribles.

Cuantos más chicos son los chicos esta tarea puede resultar más sencilla, con los adolescentes habrá que ser más paciente, más creativo: habrá que investigar qué les interesa, qué les gusta y ser preciso a la hora de ofrecer y ofrecerse. No claudicar ante las dificultades y ante los intentos fallidos o aun los fracasos: ¡siempre habrá que volver a intentar!

Es el adulto quien debe posicionarse en el dar y proponerse desde la intención voluntaria y activa lograr establecer un vínculo donde desde el otro lado tal vez ni si quiera este el deseo: hay que vencer barreras. Hay que crear un vinculo allí donde no hay nada, o tal vez el contexto sea mas difícil aun pues allí hay otros abuelos, tíos.

No intentar competir ni rivalizar con los familiares sanguíneos, no hay que destituir a nadie para poder existir, hay que ser realista en las expectativas. Hay que buscar en este nuevo vínculo la posibilidad de compartir. Un compartir que habrá que construir.

Así irán pasando los días, las semanas, los meses y cuando queremos darnos cuenta estamos en fin de año. ¿Y siempre surge la pregunta de cómo festejar? Pasaremos las fiestas tal como hayamos transcurrido el año. El buen clima de navidad y año nuevo no se crea mágicamente, se lo va armando desde los primeros días del enero anterior.

Siempre es bueno tener pautas preestablecidas y consensuadas con la pareja anterior, padre madre de nuestros propios hijos. El secreto está en planificar y anticipar.

Para que los chicos se sientan a gusto es bueno participarlos en la organización de la reunión, que les gusta comer, que ropa se quieren poner, que cosita no puede faltar. Tener en cuenta las expectativas de los adultos pero también la de los chicos: que los chicos puedan opinar los ayudará a sentirse parte y no aparte.

Es difícil y casi imposible hacer todo lo que todos quieren, pero si todos tienen algo también podrán ceder un poquito de otra cosa. Pero no hay que olvidarse que se viven las fiestas tal como se vivió el año, los preparativos para las mismas se deben hacer todo el previo año apostando al vínculo

Hémera
www.hemera.com.ar

Lic. Gisela Holc

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