El embarazo adolescente

Por Dra. Gabriela Bastarrachea Sosa

Año a año, tres millones de adolescentes en América Latina dan a luz, número que representa entre el 15 y el 25 % de todos los nacimientos de la región. La pregunta surge rápidamente: ¿Quién es el responsable? ¿La joven, su familia o la sociedad?

Según la definición médica, embarazo adolescente es aquel cuya gestación ocurre durante los 2 primeros años ginecológicos de la mujer, siendo la menarca la edad ginecológica cero.

La definición de la OMS es más amplia: si la joven tiene 19 años o menos, o tiene dependencia social y/o económica de su familia, se considera también un embarazo adolescente.
Este fenómeno se da preferentemente en los estratos sociales más bajos, lo cual expresa una desigualdad social. En un enfoque tradicional de los años 70, el embarazo en la adolescencia llevaba indefectiblemente a la pobreza y a la exclusión del sistema productivo. Solía colocarse la responsabilidad en el individuo y en la familia. Por lo tanto, evitar el embarazo adolescente equivalía a reducir la pobreza.

En la década de los 80, apareció una perspectiva ligada a los derechos humanos en el análisis de la cuestión. El embarazo a edades tempranas fue ubicado dentro de su contexto para poder comprenderlo y valorar sus dimensiones. Desde ese momento, empieza a verse que las desigualdades sociales se traducen en una desigualdad de oportunidades. En definitiva, las jóvenes se embarazan porque carecen de un proyecto de vida.
La deserción escolar es un factor de considerable peso en el empobrecimiento de la perspectiva a futuro de las adolescentes embarazadas. Inclusive la mayoría abandona la escuela con anterioridad al embarazo y se ocupa de colaborar en tareas domésticas. Pierden de vista el valor inconmensurable de los estudios y entran en un círculo vicioso, puesto que abandonan la herramienta que puede darles una mejor calidad de vida y comienzan a formar una familia en condiciones precarias.

Los factores en juego

El tema es complejo y las variables que influyen en él son múltiples.
En términos generales, podemos distinguir tres grupos de factores: personales, familiares y sociales.
Debemos tener en cuenta que la situación personal de una adolescente embarazada es a menudo conflictiva. La pubertad y el inicio temprano de relaciones sexuales sin protección, más la incapacidad para delinear un proyecto propio de vida y el abandono escolar, dan como resultado un panorama adverso.

Entre las cuestiones familiares, el hecho de que la hija no estudie permite muchas veces que la madre trabaje, constituyendo una estrategia de supervivencia de todo el grupo familiar.

Por último, los factores sociales son de diversos tipos. Por un lado, las jóvenes desean afirmar su identidad de género. Consideran que la maternidad temprana es el único modo de afirmar su autonomía y transitar hacia la adultez. Por otro, la falta de oportunidades de formación educativa y de integración productiva conduce a una vida exclusivamente hogareña.

La perspectiva de género

Muchas madres jóvenes reproducen los modelos en los que ellas han sido criadas, donde hombres y mujeres recibían pautas diferentes sobre cómo debían pensar, sentir y hablar. Sus propias familias tienen distintas expectativas acerca de los roles femeninos y masculinos.
Es en este marco donde se genera la valorización de la maternidad como destino único para las mujeres. En nuestra cultura se considera que la condición biológica que permite a las mujeres engendrar, parir y amamantar, se acompaña de una habilidad innata para educar, criar y cuidar
La mujer, en el modelo tradicional, queda claramente del lado de la maternidad. Una mujer está realizada solamente cuando es madre. La sobrevaloración de su labor en este sentido determina un modo de construir su subjetividad. Hoy en día, es importante seguir trabajando para igualar los derechos de las niñas y mujeres frente a los de los niños y hombres.

Políticas de prevención

Contar con opciones y oportunidades vitales que den sentido a la vida de las adolescentes y rebasen el mistificado papel de madres significa que cuenten con razones valiosas para postergar los planes de tener un hijo.
En consecuencia, resultaría beneficioso prestar más atención a las áreas de salud, educación y trabajo. Los hospitales tienen que ofrecer servicios de Salud Sexual y Reproductiva. Debe ser más intensa la intervención en el interior del sistema educativo. La educación sexual es importante como contenido básico de las escuelas.
Finalmente, aún escasean tanto la oferta como la demanda laboral en los sectores más humildes. El mundo del trabajo no ofrece puestos estables con posibilidades de ascensos según la edad. Una mejora al respecto serviría como aliciente para crear nuevas perspectivas en la mentalidad de las adolescentes.

CONSULTE SIEMPRE A SU MEDICO

Dra. Gabriela Bastarrachea Sosa

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