Cuando la comunicación nos deja aislados
Por Lic.Leila Chait _ Carmen Ibañez
El aumento en el número de adictos, así como la diversidad de las adicciones, son cada vez más comunes en la sociedad actual.
Además de las adicciones a sustancias químicas de carácter adictivos (heroína, cocaína, alcohol, cannabis, fármacos, tabaco, etc.), nos encontramos con las nuevas adicciones, algunas de las más conocidas son: el juego (ludopatía); el sexo (hipersexualidad); el deporte (vigorexia); la comida sana (ortotexia); las compras (shoppingholic); estar bronceado (tanorexia ); el trabajo ( workaholic).
Entre todas las mencionadas, las nuevas tecnologías como Internet, el teléfono celular, los videojuegos, el chat, etc. están ubicados dentro de las llamadas adicciones sin drogas o sin sustancias y parecen, (desde unos años atrás) estar haciendo méritos por colocarse en un lugar destacado en la lista de Nuevas Adicciones.
Hay que destacar que actividades sanas, necesarias, socialmente bien valoradas y que a priori no entrañan un peligro, han generado trastornos adictivos: Comer sano, tomar el sol, hacer deporte, ir de compras, trabajar, utilizar internet o mantener relaciones sexuales, son actos placenteros y saludables pero, en algunas personas, estos hábitos de conducta aparentemente inofensivos, pueden llegar a interferir de manera grave en su vida cotidiana.
¿Habrá para cada placer una adicción o un adicto?
Por sus características de inocuidad y fácil accesibilidad, las tecnologías, son las que están llegando a las nuevas generaciones a edades cada vez más tempranas. Muchos niños, jóvenes y adultos consumen tecnología de forma similar al consumo de drogas tóxicas, produciéndose consecuencias similares en aquellos sujetos que mantienen una conducta compulsiva.
Al igual que ocurre con los toxicómanos, los adictos a las nuevas tecnologías, también sienten una inmediata sensación de recompensa al realizar la actividad de la que dependen. Sin embargo, con el tiempo, ese bienestar dura cada vez menos. Necesitan utilizar más y con más frecuencia para saciar la ansiedad y conseguir que su adicción se satisfaga.
La evolución de estas conductas es igual a la de cualquier adicción química, explica Javier Gotti, psiquiatra de la unidad de conductas adictivas del hospital Clínic de Barcelona : Aumentan los niveles de dopamina _neurotransmisor cerebral responsable del subidón_, se da una mayor necesidad de uso, dificultad para controlar la actividad, y al iniciarse un periodo de abstinencia aparecen irritabilidad y malestar, con riesgo de recaída. Para el director del Centro Específico de Tratamiento y Rehabilitación de Adicciones Sociales (Cetras) de Valladolid, Blas Bombín, es necesario erradicar el prejuicio de que estas adicciones son un vicio, mientras que las toxicomanías son una enfermedad, porque las hace todavía más invisibles.
A diferencia de lo que ocurre en los procesos de desintoxicación donde no se puede volver a consumir la sustancia nunca más, es muy difícil que esto ocurra con el trabajo, las compras, el sexo o las tecnologías. No se pueden prohibir para siempre –aclara la directora de AIS (Atención e Investigación de Socioadicciones) –, el adicto debe ser capaz de normalizar su relación con la actividad, porque ésta seguirá en el mismo lugar.
La recuperación es posible si se produce una previa toma de conciencia y hay voluntad por parte del adicto, así como de su entorno.
En realidad una persona no es adicta a la tecnología en sí: computadora, internet, celular, etc. sino al uso que hace de ella. ¿A qué necesidades y carencias responden? ¿Qué fantasías satisfacen?
La manera en que es utilizado acaba convirtiéndose en el soporte donde se materializa su angustia, proporcionándole la ilusión de una realidad menos dolorosa. En definitiva la conducta adictiva, distancia a la persona de una realidad que no es de su agrado.
Para el desarrollo de una adicción, a diferencia de los usos no patológicos, es fundamental que haya una persona con determinados problemas que encuentre en el uso compulsivo una forma de alivio o evasión de los mismos. Por tanto no nos parecen cuestionables las muchas ventajas y utilidades de las nuevas formas de comunicación que ofrecen las tecnologías.
En este sentido nuestra reflexión gira en torno al problema que surge cuando se sustituyen casi en su totalidad los modelos de comunicación e interrelación tradicionales, donde la persona suele estar presente, por los nuevos modos de comunicación que si bien tienen una misma finalidad se diferencian en su funcionalidad y en los efectos que producen.
Siguiendo el hilo de lo anterior, vemos que mientras los juegos tradicionales permiten a los niños y jóvenes entre otras cuestiones, interaccionar y aprender habilidades para enfrentarse a la vida diaria, los juegos tecnológicos también dan la posibilidad de relacionarse, pero con características diferentes: inexistencia del contacto cara a cara, evitar el ponerse en juego a uno mismo, utilizar, compartir y desarrollar recursos y estrategias para enfrentarse a un mundo imaginario y solitario. En este lugar, cuando la adicción se hace presente, a través de la realización de acciones placenteras, las personas pueden enmascarar los conflictos que en su vida cotidiana viven.
Paradójicamente nos encontramos ante adicciones en las que la comunicación y la socialización están muy presentes, pero que a su vez obstaculizan la expresión de los malestares que las personas adictas realmente sufren. La utilización del chat, del e-mail o de los mensajes de texto de celular, permite poner en contacto a muchas personas, y de forma inmediata. Los videojuegos son tema de conversación entre muchos adolescentes para compartir sus logros y los trucos aprendidos. La otra cara de este potencial medio de comunicación es el hecho que permite a las personas manifestarse como les gustaría ser o como piensan que a los demás les gustarían que fuesen y no como en realidad son. A la vez, les permite construir un mundo paralelo ficticio que poco a poco va ganando terreno a su verdadera realidad.
En esta situación ¿cuál es el espacio real de contacto que posibilita la expresión íntima de las dificultades que nos encontramos al interactuar con la realidad que nos rodea? ¿Cómo descubrimos quienes somos para nosotros mismos y para los demás? ¿Qué ocurre cuando los espejos donde nos miramos nos devuelvan personajes irreales de un mundo imaginario?
Una vez más es la sociedad en general (familias, profesionales, poderes públicos, escuelas, etc.) quienes tenemos la corresponsabilidad de proponer espacios de interrelación que permitan a las personas conocer, tramitar, elaborar, enfrentar y desarrollar su propia personalidad. Si echamos un vistazo a nuestro alrededor podemos observar que los espacios preventivos están más cerca de lo que creemos, y tienen que volver a ocupar el plano preponderante que nunca para nadie debieron perder.
Lic. Leila Chait. Psicóloga especialista en adicciones
Carmen Ibañez: Trabajadora Social
Bibliografía consultada:
Agencia Antidroga Comunidad de Madrid, España
http://www.ais-sectas.org/doc/revistas/AIS.DOC-N72.pdf