CUIDAR LA SALUD MENTAL DE LOS HIJOS FRENTE AL DIVORCIO DE SUS PADRES
Como terapeuta, sé que existe la mayoría de las veces, algún tipo de secuela, con el fin de prevenirlas es que debemos orientar a los padres y hacerles saber algunos criterios para que tengan en cuenta:
Es muy importante que la pareja, mamá y papá, sean los que informen a sus hijos de la situación que acontece. Ellos son los que se separan. Y será beneficioso que se los comuniquen de la forma más real posible y teniendo en cuenta la edad de su hijo.
Tratar de no hablarles mal del progenitor del sexo opuesto y concederle tiempo para que asimile y entienda la nueva realidad
Acompañarlos en su angustia y en sus miedos durante y después de la separación. Los niños probablemente llorarán y esto les permitirá desahogarse. Los padres deberán favorecer y tolerar esa expresión de dolor, ya que es lo que sienten. El llanto es una manifestación de su angustia
No eludir la verdad, los chicos son muy perceptivos y comprenden que existen problemas viendo las reacciones de sus padres.
Evitar las discusiones violentas
Explicarles a sus hijos que el divorcio no significa que serán abandonados.
Hacerles saber, que, aunque el matrimonio hoy no sea feliz, han tenido momentos de felicidad, han deseado mucho tenerlos a ellos y son muy felices por eso.
Decirle que papá y mamá ya no pueden y no desean vivir juntos y que a partir de ahora lo harán en casa separadas
Comunicarle al niño la separación, tratando de no culpabilizar a nadie. He de asegurarle que él no tiene ninguna responsabilidad por lo ocurrido y que no debe sentirse culpable. Esta es una decisión de sus papás, en la que él no tiene nada que ver
Asegurarle repetidamente que ambos padres lo quieren mucho, igual que antes y que será visitado por el padre que no convivirá con él. Si bien es cierto que el padre que pierda la convivencia con su hijo sentirá muchísimo el no verlo cada día, es importante que los padres tengan presente, que su hijo no es un objeto. Será muy bueno para él, que puedan darle libertad y buscar momentos para compartir y estar juntos.
Facilitar el padre que convive con su hijo al que ya no lo hará, días y horarios dentro de lo posible, para que se produzcan encuentros entre ellos.
Tener en cuenta que, en muchos casos, el niño suele idealizar más al progenitor ausente, pues solo recuerda, frente a la ausencia los momentos más felices compartidos con él.
Mantener los hábitos cotidianos del niño: horarios, relación con sus amigos, escuela
Evaluar, con el padre que no convive, todos los temas importantes relacionados con el hijo: salud, escolaridad. Él es el hijo de ambos y siempre lo será
Tener en cuenta que: los padres son adultos y pueden cuidarse a si mismos. El niño necesita de un padre y de una madre. Si bien todos sufren la ruptura del matrimonio cada uno lo podrá ir procesando de manera particular, influyendo factores individuales de cada uno y familiares.
El matrimonio para toda la vida es una institución cultural. La pareja, los hijos, no siempre fueron como ahora, ni serán como mañana. . Hay muchas maneras de enfrentar una crisis y tanto un niño como un adulto, atraviesan momentos que si bien son dolorosos, también permiten muchas veces salir fortalecidos y con más herramientas para enfrentar la vida.
Los niños se desarrollan mejor cuando los padres tienen la capacidad de cooperar para el bienestar de sus hijos acompañarlos, comprenderlos y sostenerlos física y emocionalmente.
Si pensamos en consecuencias psíquicas, cuando las hay, en un niño durante y después de un divorcio, las veremos detalladamente teniendo en cuenta la edad evolutiva y madurativa, y el momento en que ocurre la separación:
Si la ruptura ocurre durante el embarazo o durante los primeros meses de vida, es probable que el bebé se vea afectado por el estado de ánimo de la madre. Ella podrá necesitar de un ayudante para acompañarla y un sustituto para su hijo en los momentos que le sea necesario.
Entre uno y tres años: El niño deambulador, no posee un lenguaje para expresar lo que siente y lo demuestra con acciones: morder, empujar, gritar. Es probable que se vuelva tímido, se comporte como un niño más pequeño, requiera mucha más atención y pueda tener trastornos en el sueño: por ejemplo, pesadillas nocturnas.
Entre los tres y los seis años: Tendrá muchos sentimientos desencontrados: la fantasía que logró lo que él deseaba por un lado (que sus padres peleen y el quedarse con su objeto de amor) pero a su vez una imperiosa necesidad de que su papá vuelva, y esté otra vez junto a su mamá como antes.
Él no es capaz de entender todavía que es una separación, pero al notar que uno de los padres no duerme en la casa, es probable que piense que es por su culpa, y reaccione de formas opuestas, o se vuelva muy obediente (pensando que si el es bueno el padre volverá) o contrariamente, esté mucho más agresivo.
Algunos chicos pueden negar la ruptura, tanto hacia sí mismos como hacia a los demás: podrán ocultarlo a sus amigos, compañeros de escuela, o algunos familiares .Dirán que sus padres todavía duermen juntos de noche, podrán jugar con sus muñecos durante largos meses haciendo que mamá y papá duermen juntos y jugarán a la familia incluyendo al padre que ya no vive con él, simulando la realidad de su familia en aquel momento
Hasta los seis años: sienten un gran temor a ser abandonados, junto con una profunda sensación de pérdida y tristeza. Pueden sufrir trastornos del sueño, de alimentación y adoptar conductas agresivas.
De los seis a los nueve años Cuando cursa la etapa prepuberal, aparecen sentimientos de rechazo, fantasías de reconciliación y problemas de lealtad. Es posible que los niños experimenten enojo y nostalgia por el padre que se ha ido. En los casos que la separación ha sido muy peleada o violenta, los hijos podrán sentir una lucha entre sus afectos por el padre o la madre
Entre los nueve y los doce años: Estará en la etapa de la pubertad. Podrán manifestar sentimientos de vergüenza por el comportamiento de sus padres y enojo hacia aquel que tomó la decisión de separarse. Es muy probable que se descontrolen hábitos ya adquiridos y aparezcan problemas somáticos (dolores de cabeza, estómago u otros)
Entre los 13 y los 18 años. Ya en su adolescencia, momento de crisis importante para su identidad, donde es niño y adulto al mismo tiempo y no se reconoce aun afianzado en uno de estos lugares, (el más adulto), la separación de los padres puede causarles problemas éticos y provocar fuertes conflictos entre la necesidad de amar al padre y a la madre y la desaprobación de su conducta.
Generalmente las reacciones más comunes en esta etapa son: una madurez acelerada, es decir, el adolescente adopta el papel del progenitor ausente, aceptando sus responsabilidades.
O, por el contrario, podría adoptar también una conducta antisocial: no acatar ni aceptar normas, conductas de robo, consumo de alcohol, drogas.
Lic. Gloria Grosman
*Psicóloga