Límites: un desafío cotidiano

Por Dra. Carla Petrucci
Limitar significa ordenar, marcar espacios y tiempos, diferenciar el mundo infantil y el adulto, poner fronteras.

Esta actividad realizada por los adultos permite al niño alcanzar la organización mental orientando a los hijos en la estructuración de la conducta, acompañándolos en el camino a una vida adulta responsable.
En la infancia la satisfacción inmediata de los deseos es una necesidad imperiosa que se produce en el mismo periodo en el cual se construye la personalidad y conducta de cada persona.
Las reglas de la familia son las normas y costumbres que se desean conservar y que ayudan a lograr una mejor convivencia de las personas que pertenecen a la familia. Hablar de normas significa hablar de límites, se trata de transmitir a los niños el respeto por el otro, enseñarles que el deseo y la frustración son parte de la personalidad adulta. En la infancia, dependen absolutamente de lo que los padres le dicen que hagan.

Es necesario diferenciar la agresividad natural de la violencia patológica. La agresividad es una actitud temperamental innata al ser humano y a todas las especies animales; y resulta útil y positiva en la medida que permite construir su identidad, defender su yo, sostener sus convicciones y, por lo tanto, lo ayuda a crecer.
Pero la violencia patológica, aquella en la cual se produce un daño físico o psicológico al otro, sea intencional o no. Y ese daño es desmedido en relación al hecho causal que lo desencadena. El castigo es asumido como el modo principal de resolver conflictos e imponer la autoridad. Ésta es la violencia que debemos erradicar para lograr una sociedad más justa, que valore los merecimientos y respete las discrepancias.

RECOMENDACIONES

1. Demostrar afecto
Los niños necesitan sentirse queridos, por lo que todo el cariño que les tenemos debe concretarse en hechos: un diálogo ameno (en el que los padres tenemos que aprender a escuchar más), juegos compartidos (preguntémonos cuánto tiempo jugamos con nuestros niños), apoyo de iniciativas, estímulo de sus capacidades, caricias, besos, reconocimientos, etc.

2. Educar con el ejemplo
La relación que los padres o cuidadores tienen entre sí constituye un modelo a imitar por los niños. Es preciso evitar que los menores presencien discusiones; si son testigos de las mismas es importante demostrarles que los conflictos pueden resolverse pacíficamente. A veces es necesario callar en aras de la convivencia (aunque creamos que nos asiste la razón).
Los padres deben encontrarse emocionalmente equilibrados para enfrentar las situaciones estresantes. Por ello se aconseja un buen descanso, una actitud de disfrute de las cosas cotidianas, tiempo suficiente para la privacidad, la recreación y el goce de la vida conyugal, se procurará valorar debidamente aquello que se tiene; si no se dan estos momentos disminuye significativamente la tolerancia y aumenta el riesgo de conductas violentas.

3. Poner límites (Disciplina)
Todos los niños necesitan disciplina, es decir, enseñarles lo que es correcto. Si ellos no pueden separar lo bueno de lo malo terminarán por ser inseguros e infelices. La disciplina no debe implicar para el niño obediencia ciega, sino crear un sentimiento de aceptación de normas. Debe tenerse en cuenta que no puede procurarse que un niño tenga el comportamiento de un adulto, lo cual es importante al definir los límites de la conducta permitida; se buscará un punto intermedio entre la permisividad absoluta y la rigurosidad abusiva.
La disciplina debe ser amable, no debe haber rabia o enojo; se usará un lenguaje calmo, sin exaltarse; indudablemente este proceder requiere un elevado autocontrol. Pero además la disciplina debe ser constante y consistente (igual respuesta frente a la reiteración de la misma falta).
No hay un modelo único de cómo disciplinar a los hijos, pero sí pueden citarse algunas pautas básicas:
No establecer reglas en el momento de la transgresión. Las estrategias de prevención son más eficaces que las de intervención cuando el problema se produce.
Todos deben aplicar las reglas del mismo modo, es decir, ser congruentes.
Los efectos de la disciplina no deben ser peores que los de la transgresión.
El castigo físico para disciplinar lleva a conductas antisociales en la infancia, y a violencia y otros delitos en adultos.
En lugar de la agresión física, se podrá recurrir a otros métodos que brindan mejores resultados, como:

Aislamiento: Frente a una situación que no pueda contenerse, es recomendable ubicar al niño en un rincón o lugar destinado al efecto, donde no pueda jugar ni ver televisión, donde no existan riesgos ambientales, y sin distractivos (distanciado de otros miembros de la familia). El tiempo de separación de la situación debe ser corto, pero suficiente; algunos autores postulan un minuto por año de edad. Esta medida debe aplicarse en forma inmediata y repetirse cada vez que se reproduzca el comportamiento indeseable.

Cesación de privilegios: Consiste en negarle al niño algún beneficio o deseo de manera transitoria. Se debe explicitar durante qué tiempo y cumplirlo estrictamente.

Recompensas: Las gratificaciones, alabanzas o aplausos por las buenas acciones del niño son mejores que los regaños o castigos, y son fuente de aprendizaje de igual manera que los éxitos y los fracasos nos enseñan a los adultos.

4. Manejar la ira
La ira, la rabia, o el enojo descontrolado son reacciones que suelen presentarse entre los niños, especialmente aquellos que poseen un temperamento impulsivo, con bajo umbral para responder a estímulos que les son desagradables, con mayor intensidad en su reacción, o con dificultades para consolarlos. Existen tres actitudes principales que pueden adoptarse para evitar la violencia relacional:
Ignorar el hecho: Esta respuesta es adecuada frente a niños pequeños, preescolares, ante una rabieta o berrinche. Cuando el niño se encuentra en una crisis de esta naturaleza es difícil y frecuentemente inútil poder dialogar.

Autocontrol: Es de gran utilidad aprender a no actuar impulsivamente, no responder de manera inmediata, conservar la calma como muestra de valor y de madurez (contar hasta diez).
Resolución pacífica de conflictos: Este recurso se basa en la mediación para resolver las disputas. Pretende hacer notar que nadie es dueño de la verdad absoluta, que cada uno tiene un poco de razón, que el daño físico o psicológico hacia el prójimo también afecta al agresor. Frente a la discusión entre dos opciones, busca alternativas intermedias que dejen satisfechas a ambas partes, para que de esta conciliación resulten todos fortalecidos.

5. Limitar el uso de la Televisión
El mirar televisión es uno de los pasatiempos más importantes y de mayor influencia en la vida de los niños y adolescentes. La televisión puede entretener, informar y servir de compañía, pero también puede producir en ellos efectos indeseables: resta tiempo a actividades saludables (lectura, trabajo escolar, juego, interacción con la familia y el desarrollo social), dificultad para separar la fantasía de la realidad, imposición de modas o conductas no acordes con los modelos familiares, etc.
Los programas de televisión tienen una gran influencia en los niños debido a su repetición constante y porque se bombardea a los pequeños a través del sentido visual y auditivo simultáneamente.
Está comprobado que la violencia en las escenas televisivas tiene un papel importante en la conducta del niño, predisponiendo a actitudes violentas. Mientras mayor sea el tiempo de permanencia del niño frente a la pantalla, existe un más alto riesgo de conductas antisociales presentes y futuras.

Algunas recomendaciones:

Poner límites a la cantidad de tiempo que los niños pasan ante el televisor.
Apagar el televisor durante las horas de comida en familia y de estudio.
No permitir ver los programas cuyos contenidos no parezcan apropiados para los niños, por la violencia de sus escenas, el lenguaje empleado, discordancia de valores, etc.
Seleccione programas adecuados para el nivel de entendimiento de los niños.
Comparta momentos de televisión con sus hijos; aproveche para explicarles el porqué de lo que se plantea. De este modo la T.V. tendrá una función educativa para el niño. No resulta conveniente colocar el televisor en el dormitorio del niño.
Ofrezca alternativas de actividades saludables: lectura, deportes, etc.

Decálogo:
Si un niño vive en un medio de hostilidad, aprenderá a pelear.

Si un niño vive en medio de la tolerancia, aprenderá a ser paciente

Si un niño vive en medio de la alabanza, aprenderá a sobrestimarse.

Si un niño vive en medio de la equidad, aprenderá a ser justo.

Si un niño vive en medio del miedo, aprenderá a temer.

Si un niño vive en medio de la seguridad, aprenderá a tener fe en sí mismo.

Si un niño vive en medio del engaño, aprenderá a mentir.

Si un niño vive en medio de la comprensión, aprenderá a ser confidente.

Si un niño vive en medio del amor, aprenderá a amar.

Si un niño vive en medio de la amistad, aprenderá que el mundo es un lugar maravilloso para vivir.

Dr. Marcos Cusminsky, Archivos de pediatría SAP Abril 2003

Fuente: Archivos Argentinos de Pediatría 2004
“Yo papá, Yo mamá”. Givaudan, M./ Pick, S. Grupo Editorial Planeta, México, 1995.

CONSULTE SIEMPRE SU PEDIATRA

Dra. Carla Petrucci

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