DERMATITIS ATÓPICA
La dermatitis atópica es la enfermedad inflamatoria crónica de la piel más frecuente en la infancia. Afecta a un gran número de niños y adolescentes, presentando mayor incidencia en los países en desarrollo. Alrededor de la mitad de los casos se diagnostican en el primer año de vida.
La prevalencia ha aumentado a más del doble en los últimos 20 años en individuos genéticamente predispuestos a padecer la enfermedad, a raíz del estilo de vida occidental, mayor edad materna, amamantamiento por período corto con ingesta precoz de lácteos, contaminación ambiental, tabaquismo materno, migración de áreas rurales a centros urbanos, cambios climáticos y del medio ambiente, exposición temprana a ácaros del polvo doméstico, pólenes, piel de mascotas y otros alérgenos.
La dermatitis atópica se caracteriza por intensa picazón, piel seca, distribución y morfología típica de las lesiones, las cuales poseen un curso crónico con exacerbaciones y remisiones. Característicamente se presentan ante múltiples desencadenantes externos e internos, incluyendo infecciones, alérgenos, irritantes y el estrés.
La dermatitis atópica es, a menudo, la primera manifestación de una enfermedad alérgica ya que en el 70% de los casos se presenta en menores de 5 años. Aunque la mayoría de los pacientes pediátricos superan la enfermedad antes de la adolescencia, hasta un tercio de los casos persisten en la edad adulta.
Los casos de dermatitis atópica moderada o grave impactan negativamente en la calidad de vida del paciente y su familia, por afectación del sueño y de las actividades diarias y sociales
La mayoría de los pacientes con dermatitis atópica presentan otra enfermedad alérgica, como rinitis alérgica (35%), asma (30%) y alergias alimentarias (40%). Se ha observado que cuanto más joven es el paciente y más grave es la dermatitis atópica, es más probable que algún alimento sea el desencadenante. Los alimentos que más frecuentemente causan síntomas cutáneos en niños con dermatitis atópica son la leche, el huevo y el maní. Si agregamos la soja, el trigo, el pescado y los frutos secos, corresponderían a más del 98% de los alimentos que causan este cuadro.
El principal propósito del tratamiento es la mejoría de la calidad de vida del paciente y su familia y evitar las complicaciones infecciosas.
El manejo de esta enfermedad debe ser multidisciplinario, incluyendo al pediatra, al especialista en inmunoalergia pediátrica, al dermatólogo pediatra y el asesoramiento por nutricionista infantil en situaciones de alergia alimentaria. Las exacerbaciones inducidas por estrés pueden requieren la participación del equipo de salud mental.
Sociedad Argentina de Pediatría.
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