El drogadicto como enfermo crónico

Por Dr. Joaquín Callabed

Decía Robert Debré que la medicina social es un estado de espíritu que desarrolla una visión global del paciente y su entorno con las influencias de la familia y de la sociedad sobre la salud del paciente. Sabia definición, si señor.

Se dice que la droga, el petróleo y las armas son los grandes negocios actuales. No es el objetivo de este artículo. Allá cada cual con sus trastornos del sueño…

Bienvenidos los tratamientos de prevención y rehabilitación de los adictos pero hay un punto a reflexionar y es la ayuda puntual al que no ha podido salir del pozo, o necesita un empujón para salir. No hay unanimidad de criterios en este punto
La sensibilidad social ha variado mucho en 30 años respecto a esta realidad oscilando desde el rechazo social y la penalización, hasta la asistencia ordenada y la rehabilitación.
Hay condicionantes éticos por los que todo paciente merece ser tratado con respeto, compasión y prudencia y hay unos principios bioéticos del paciente como el de autonomía, beneficencia, primum non nocere ( primero no hacer daño) y el principio de justicia.
El principio que inspira este cambio es el de considerar la drogadicción como una enfermedad crónica que exige una actuación sanitaria similar a los que se sigue con otras enfermedades crónicas.
Las intervenciones sanitarias han de aspirar a reducir la morbimortalidad relacionada con la adicción, minimizar el deterioro psicosocial y combatir los trastornos sociales, asociados al hábito de consumir tóxicos como son las infecciones y otras enfermedades orgánicas, sin penalizar a los que no quieren renunciar al consumo o que han recaído después de uno o más intentos de deshabituación.

La atención socio-sanitaria al drogadicto, especialmente al que utiliza la vía endovenosa ha de incluir los siguiente apartados:

El consumo debe ser supervisado en un ambiente aséptico.
Divulgar los programas de sustitución
Ofrecer educación sanitaria y vacunaciones
Aproximar precozmente a los drogadictos al Sistema Sanitario para proporcionar las atenciones sanitarias que necesiten.

En Cataluña (España), según informe del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona que preside el prestigioso Profesor Miquel Vilardell esta práctica ha determinado una reducción de:

muertes por sobredosis
menor tasas de infección por VIH ( SIDA)
menor número de jeringas abandonadas en lugares públicos.
menor consumo de psicofármacos
menor índice de delincuencia relacionada con la drogadicción.

Las salas de consumo, también llamadas de venopunción son piezas esenciales en la estrategia sanitaria. No debería ser motivo de alarma social ya que está demostrado que no aumentan el consumo, ni atraen a vendedores de droga ni causan inseguridad en el entorno. Conviene ampliar el número de salas para evitar la concentración de pacientes y el grado de alarma que genera. Es un buen camino para la rehabilitación, quizá el último peldaño necesario.

Dr. Joaquín Callabed. Doctor en Pediatría. Director de Pedaitría Social de Barcelona

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