Niños populares y niños impopulares
La fortuna reparte características personales a veces muy por encima de la voluntad de la gente. A los niños les pasa: unos caen bien y otros no.
Las capacidades sociales de cada niño van a reflejarse en su relación con los demás pero, sobre todo, en el impacto que tienen sobre los otros. Evidentemente la popularidad no tiene porqué ser un problema, aunque sí un condicionante en otras áreas del comportamiento y, a menudo, un elemento que incide negativamente sobre la impopularidad de otros a los que pueden hacer víctimas ocasionales de bromas y chanzas para mantener el propio prestigio social. Los niños impopulares se van a ver abocados a una existencia de aislamiento pobre autoestima, ansiedad y depresión a partir de las actitudes activas y pasivas de sus compañeros de clase o, incluso lamentablemente, del profesorado. Puesto a darle nombre a la situación, se ha dado en calificarla de disfunción adaptativa social infantil, uno de esos términos que les chiflan a los psicólogos.
Etología. En la impopularidad de los escolares participan múltiples factores, la mayor parte del propio niño y algunos otros de su entorno familiar y social.
Los niños con dificultades como el déficit de atención, torpeza en sus movimientos y gestos como en los retrasos de la psicomotricidad, los trastornos del lenguaje como la tartamudez o síndromes pre autistas, van a impedir en desarrollo de unas capacidades sociales suficientes. Las cualidades del carácter como la timidez, la incapacidad para superar dificultades, la agresividad, sea esta primaria o reactiva a la actitud de los demás, o la peculiaridad o el inconformismo pueden despertar en los coeducandos fenómenos de rechazo. Además, las características físicas como un fenotipo peculiar, ser poco agraciado, obeso, excesivamente alto o desarrollado para su grupo, tener algún defecto físico que pueda atribuirse, erróneamente o no, a descuido o poca higiene, como el acné o la sudoración excesiva, contribuyen al desarrollo de las dificultades.
Otros motivos de popularidad e impopularidad pueden originarse en el entorno familiar y social como es la pertenencia a minorías étnicas o confesiones religiosas que tengan otras concepciones de las relaciones sociales que contribuyen a singularidades que alejan al niño o niña del común de sus compañeros.
La crueldad propia de la inmadurez de los niños, todavía no controlada por la educación y el conocimiento, puede hacer de signos sutiles y menores una apreciación de singularidad rechazable. Los niños pueden decidir que un compañero es “rarito” por factores tan circunstanciales como que se haya incorporado al curso más tarde, vista de forma poco convencional para el medio o tenga costumbres relacionales más o menos insólitas por su origen social, étnico o nacional, como una expresión de xenofobia social, de rechazo al nuevo, ajeno, extraño, extranjero.
Manifestaciones. El niño o la niña impopular pueden mostrar las características que conforman el cuadro de la disfunción adaptativa social que incluye desde dificultades para iniciar el contacto con los otros hasta incapacidad para mantenerlo o saber concluirlo.
Es el niño que no sabe decir ¡Hola!, que no es capaz de seguir el juego y la charla de los otros con fluidez y que luego se cuelga a ellos y se hace “pesado” hasta el extremo de la pegajosidad. Puede tener dificultades en anticipar las reacciones que su actividad o presencia genera y no sabe crear una imagen de sí mismo atractiva para los otros. No verbaliza bien sus sentimientos o no es capaz de comprender los sentimientos de los demás, no contribuye a esfuerzos colectivos y, en cambio, se muestra exigente o demanda atención y ayudas a las que no corresponderá con reciprocidad. También puede ser inoportuno en sus relaciones llegando o proponiendo acciones fuera del “tempo” de los otros. Puede ser incapaz de entender el argot del grupo y tardo en expresarse como ellos. Su participación en actividades de equipo como las deportivas se ve limitada por su torpeza o falta de habilidad por lo que resulta relegado en esas áreas. De alguna forma va a ser considerado por sus compañeros como “pesado”, “estúpido”, “raro”, “torpe” o, simplemente “feo”. Secundariamente a su impopularidad puede mostrar los signos y síntomas de retraimiento, baja autoestima, ansiedad, conductas anómalas o fenómenos depresivos. Los comportamientos pueden ser interpretaciones erróneas de mecanismos de defensa que empeoran la situación como la agresividad o, al contrario, la sobreactuación hasta hacerse el payaso del grupo. La impopularidad puede repercutir sobre el progreso académico y agravar los problemas de adaptación escolar.
El relato de los problemas puede ser aportado por los padres y ocasionalmente por el propio niño o niña en el curso de una consulta por otros motivos. El facultativo debe indagar la situación de la habilidades sociales de los niños en la visitas rutinarias inquiriendo sobre si tiene amigos, cuál es su relación con ellos, cual es el “ranking” de popularidad de la clase y como se sienten ellos situados. Se puede explorar el comportamiento en relación con actividades deportivas, cual es la participación y qué lugar ocupa, si acaso, en los equipos. Igualmente sobre la participación en actividades lúdicas como excursiones, colonias o actividades extraescolares.
Además puede recabarse información de la familia, los hermanos u otros niños compañeros así como del medio escolar.
Tratamiento. La disfunción adaptativa social requiere una aproximación multifactorial dependiendo de los factores que más incidan en su causa. Los problemas somáticos, defectos sensoriales, déficit de atención o retrasos del desarrollo, requerirán su tratamiento específico. Las recomendaciones a la familia deben incluir un explicación cuidadosa de lo que son las capacidades sociales de relación, lo que puede precisar más de una conversación, ayudada de ejemplos concretos de situaciones. En los niños más pequeños es importante que los padres acompañen al niño en la escuela o jardín de infancia y participen en su integración en el grupo.
El niño debe ser informado, en la medida de sus capacidades según su edad y su desarrollo de lo que representa su relación con los demás. Se debe intentar identificar uno o más amiguitos con los que intentar establecer lazos de compañerismo y amistad.
Es importante establecer una intercambio de pareceres con el profesorado solicitar el establecimiento de medidas para evitar que el niño pueda ser víctima de agresiones, burlas o abusos por parte de los otros niños. Debe evitarse poner a los niños en situaciones de compromiso para las que no puedan estar preparados y proporcionar a la familia ideas que reduzcan la singularidad del niño en cuanto a sus características físicas, sus ropas o sus actitudes. En la medida de lo posible es conveniente el desarrollo de capacidades y habilidades que puedan hacer al niño más atractivo para sus compañeros, aunque evitando detalles que puedan parecer serviles o coactivos como llevar regalos o caramelos para congraciarse con sus compañeros. Al mismo tiempo es importante reforzar la propia identidad del niño haciéndole ver que no todo el el mundo es igual y que la singularidad es coexistente con la propia estima e identidad.
En algunas situaciones puede ser necesario el soporte psicoterapéutico y la aparición de signos o síntomas de trastornos del humor, depresión o actitudes maníacas será indicación de tratamiento psicofarmacológico. No se trata de medicalizar las relaciones sociales de los niños sino de encontrar los problemas y adaptarles las soluciones.
Sociedad española de pediatría
Gracias a la Sociedad Española de pediatría por este articulo tan importante para los padres