Cómo ayudar a la felicidad de nuestros hijos
Ante la pronta llegada del día del niño, proponemos una reflexión sobre la felicidad de los chicos. Si pensamos cual es la respuesta infaltable que dan los padres que consultan pidiendo orientación en la crianza de sus hijos, sin dudarlo diríamos: “¡Quiero que mi hijo sea feliz!” Y más allá del motivo que los acerque a pedir ayuda, estamos obligados a revisar reflexionar sobre la felicidad de los padres, quienes tienen la obligación de educar a los hijos. Partimos de la base de que estén garantizados todos sus derechos.
Si les preguntamos a ellos que los hacen felices sus respuestas suelen ser muy claras y profundas:
- Gabriel (8 años): “Pasar tiempo con mi familia, poder contarles lo que me pasa. Compartir tiempo con mis amigos. Jugar a la pelota en el parque con papá. Ver una película en familia
- Ángeles (13 años): “Para ser feliz, poder pasar tiempo con los amigos. Que puedas hablar de todo con tus papás. Tener seguridad en mi misma. Que sepa que puedo cambiar algo de mí que no me gusta o aceptarlo. Compartir cada momento sin estar pensando en otras cosas o estar preocupado por todo.
Dan cuenta de que lo único que necesitan es poder compartir tiempo de calidad con su familia. Poder hablar de lo que les pasa, jugar o compartir momentos. ¡Claro! La felicidad está hecha de momentos.
En el mundo adulto, vivimos regidos bajo la cultura de lo instantáneo. Las bondades de la ciencia y la tecnología muchas veces nos hacen saltear la importancia de valorar y vivir en el aquí y ahora. Todas las actividades de la vida están teñidas de inmediatez, desde la publicidad nos quedamos fascinados con productos listos, rápidos de hacer que nos dejan tiempo libre para ser felices. Casi sin registrarlo, apenas pensamos o vemos algo, contamos con la posibilidad de subirlo a una red social y compartirlo con millones de personas. Pareciera que la felicidad depende de poder hacer muchas cosas en poco tiempo. Compramos productos y la ilusión de hacer algo casi mágicamente y tener más tiempo para disfrutar. Pero ese tiempo de disfrutar realmente no viene en caja ni se baja de la red. Ese tiempo para disfrutar y valorar el instante presente llega si se cultiva y se practica a diario.
Más allá del impacto que esta costumbre genera en nuestra vida y bienestar, la huella recae sobre los hijos cuando naturalizamos esta conducta como adultos sin saber que ellos nos miran todo el tiempo. Estas costumbres se filtran casi invisiblemente en la crianza de los chicos
Actualmente recibimos múltiples consultas de padres que no saben qué hacer cuando los niños manifiestan dificultades para tolerar la frustración o la espera, conductas impulsivas y niveles altos de enojo e insatisfacción. Concurren a consulta con la necesidad de poder ayudar a sus hijos a ser felices.
Es difícil no caer en el torbellino de la vida actual y descubrirnos realizando varias cosas a la vez casi sin poder registrarlo, entre ellas, educar a los hijos. El primer paso es poder detenerse a observar el modo en el que estamos viviendo cotidianamente. Pues el secreto radica en que más allá de lo que le trasmitimos verbalmente a nuestros hijos, ellos aprenden de lo que ven. Entonces para criar hijos felices debemos antes ser adultos felices. Debemos poder regalarnos como adultos la posibilidad de vivir plenamente cada momento valioso para alcanzar la felicidad. Esto no es una utopía. Ahora bien, aclaremos qué es la felicidad.
Seguramente para cada persona sea algo diferente. Quizás algunos crean que la felicidad es una emoción al llegar a una meta deseada. Quizás, para otros, sea sentir un estado de armonía interna que se manifiesta como un sentimiento de bienestar que perdura en el tiempo y no como un estado de ánimo pasajero.
Más allá de la definición que le demos, lo que no está en duda es que la mayoría de los padres que consultan quieren que sus hijos sean felices. Por eso, la tarea que tenemos para ayudar a los padres a cumplir este objetivo es guiarlos y orientarlos en vivir sintiendo la propia felicidad.
La vida de los adultos está orientada por sus valores, son los valores lo que nos permite sostener y realizar los esfuerzos. Trabajar en pos de un objetivo específico, sea cual sea, tiene siempre un valor sosteniendo esto. Aquí es donde entra la importancia de reconocer el tiempo del proceso que lleva alcanzar un objetivo. Esto es poder apreciar el momento presente mientras estamos haciendo algo. Parece fácil, pero es lo que más cuesta en esos estilos de vida rápidos. Tener la cabeza y el corazón donde se tienen los pies se transforma en un desafío.
No es casual que en estos últimos años haya crecido la oferta y demanda de actividades para adultos y niños que enseñan disciplinas milenarias como meditación, yoga, mindfulness y técnicas de respiración. Muchas de esas estrategias que han sido investigadas, son tomadas y adaptadas desde la psicología para ayudar a mejorar la calidad de vida y hacer sustentables los vínculos. Más allá de lo simple que parezca, dentro de esto radica la verdadera posibilidad de tener y darles a los hijos una vida feliz.
Pero ¿cómo se pone en práctica en lo cotidiano? Aquí algunas sugerencias, algunas forman parte de dinámicas de nuestros talleres grupales. Los invitamos a adaptar alguna de ellas a momentos para hacer del encuentro con los hijos un instante de atención y conexión plena.
· Poder hacer un descanso de los celulares, las cosas pendientes que nos quedaron, exigencias laborales y responsabilidades para poder encontrar un momento de 100% de conexión con sus hijos. Disfrutar con ellos de manera plena, estando física y emocionalmente presentes, en el aquí y ahora. Y postergar lo que uno tiene que hacer sólo por un rato. Lo demás puede esperar.
· Buscar momentos para estar a solas con sus hijos y poder compartir un momento de juego, dejándose guiar por el niño. En este rato de juego libre, intentar no juzgar ni corregir, sino dejarse llevar y disfrutar de cada momento. Para que no haya discusiones mientras juegan, es importante pautar las cosas que no están permitidas de antemano. Por ejemplo, si el niño quiere pintar con marcadores aclararle que no se vale pintar las paredes o los muebles.
· Realizar un minuto de atención plena en cualquier momento del día. Lo ideal es que encuentren un lugar tranquilo con pocas distracciones y se sienten en una silla o piso con la espalda recta, los pies apoyados en el piso y los brazos sobre los muslos. Pueden estar con los ojos cerrados o abiertos mirando a una distancia de 60cn. Con el cuerpo relajado, comienzan a concentrarse en su respiración natural, su sonido y ritmo. Luego, comienzan a respirar desde el vientre (respiración diafragmática), imaginándose que el mismo es un globo, que cuando uno inspira se infla y cuando espira se desinfla. Cuando aparezcan pensamientos durante la relajación es importante observarlos pero no hacer nada con ellos, dejarlos pasar y hacer un esfuerzo por volver la atención en la respiración. Si tienen ganas también, se puede hacer un dibujo de cómo se sintieron luego de hacer el ejercicio.
· Conocer plenamente a través de los sentidos. Cada uno elige un objeto cotidiano (una botella, una cuchara, etc.) y se comienza por observarlo atentamente y de manera consciente. Sin juzgar, sólo observar. Luego, sentir los sonidos que hace el mismo al tocarlo. Concentrarme en sus texturas, si es duro o blando, frio o caliente, suave o rugoso. Sentir su olor.
· Comer de manera consciente. Entre todos eligen un alimento, puede ser fruta, galletita, chocolate, caramelo y se juega a describirlo teniendo en cuenta los cinco sentidos. Observar, tocar, oír si hace ruido al tocarlo, saborear y sentir en diferentes partes de la lengua los sabores. Una vez que se lo introduce en la boca, intentar comerlo lentamente, siendo conscientes de cada movimiento de la boca y su ritmo.
· Escuchar música y diferentes sonidos y cada uno dice lo que se fue imaginando. Luego, se puede hacer un dibujo sobre lo que cada uno contó.
· Realizar un dibujo en conjunto con diferentes materiales, en donde puedan tenerse en cuenta también los diferentes sentidos.
· Atención plena de sonidos. Todos en silencio escuchan por un minuto los sonidos que fueron escuchando del exterior y luego lo comentan.
· A la hora de la cena cada uno puede contar que emociones sintieron en el día y a que situaciones se debieron. Es importante que todos puedan estar presentes en ese momento y escuchar atentos a lo que cada uno comparte.
· Antes de irse a dormir, cada uno piensa y cuenta tres cosas lindas que le pasaron en el día.
· Como padre resulta importante imaginarse y pensar en ese momento en que está con su hijo, cómo se presenta como su padre o madre desde la perspectiva del hijo. Cómo te ve y escucha, cómo es para él tenerte como padre o madre hoy, en este momento. Cómo esto puede cambiar la manera en cómo te manejas con tu hijo, la manera en que le hablás y las cosas que le decís. Pensar cómo uno quiere relacionarse con su hijo en ese momento y si lo está pudiendo hacer o no.
Lic. Julieta Tojeiro y Lic. Mora Marengo
Instituto Sincronía
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