¿Cómo elegir una mascota?
Por Dr. Fabián Lema
Se considera que los niños pueden establecer una relación muy positiva y afectuosa con un animal. Esta relación aumenta la autoestima, tiene efecto socializador y promueve el desarrollo del sentido de la responsabilidad. Facilita la relación con otros niños y con su familia.
Los niños con enfermedades crónicas obtienen grandes beneficios de la relación con los animales: mejoran la destreza motora, la interacción verbal, aumentan la atención, la memoria y disminuyen el sentimiento de soledad y discriminación.
Los niños experimentan alegría y felicidad en asociación con su mascota, pero existen circunstancias como accidentes o muerte de la mascota, que generan momentos de dolor. Es importante, en estos casos, aceptar y entender la tristeza de los niños, quizá es la primera muerte que experimentan. Pasarán por una etapa de duelo que debe ser apoyada y contenida por los adultos de la familia.
Los perros, gatos, conejos, chanchitos de la india, hámster, canarios y peces pueden ser buenas mascotas para los niños. No se recomienda tener reptiles, anfibios, pollitos o patitos bebé como mascotas en las familias donde haya niños menores de 5 años.
Antes de los 3 años de edad, los niños son incapaces de cuidar una mascota, pero a partir de los 4 años ya pueden dar de comer o beber a una animal que requiera poca atención, un pececito o un gato, por ejemplo.
Los niños pueden ocuparse totalmente de una mascota a partir de los 6 a 8 años, cuando son capaces de asumir ciertas responsabilidades.
¿Cómo hacer una elección racional?
Existe una gran variedad de razas de perros y gatos. Es conveniente consultar al médico veterinario para decidir cuál es la raza más apropiada para la convivencia. En general, se deben elegir aquellas razas que muden su pelaje una o dos veces al año y que no requieran cepillados periódicos a fin de disminuir el alergeno (alergia).
La personalidad agresiva de un animal tiene un importante componente genético, aunque su expresión final, depende del tipo de aprendizaje y educación recibida. Existen razas más agresivas, como el rottweiller, chow chow, doberman, chihuahua, pit-bulls y pastor alemán, que si se los educa pueden ser buenos compañeros. No obstante, por sus características innatas, no se los recomienda como mascotas para niños menores de 3 años.
Los perros más recomendados para estar en familia son los de temperamento dócil como el labrador, pointer, collie, setter irlandés, pastor inglés, basset, beagle, golden y dálmatas. Los cachorros con temperamento equilibrado y/o sumiso son los más aconsejables para la convivencia con los niños.
Convivir con la mascota en el hogar
De todos los comportamientos animales, la agresividad es el único que pone en riesgo la integridad de una persona. En una especie altamente social como el perro, que cuando vive en estado salvaje actúa a partir de un rígido sistema social jerárquico, el comportamiento agresivo es fundamental para preservar un orden en la jauría. En ella, existe siempre un perro macho y hembra dominantes que ponen límites mediante la agresión. Si no existiera el liderazgo cada animal tomaría su propia iniciativa y el grupo social sería un caos. A diferencia de los perros, los gatos son de hábitos más solidarios y cada animal decide qué hacer con su vida e forma independiente.
El cachorro que se cría en una familia humana aprende a respetar al dominante que es el que lo alimenta y el que le pone límites: el dominante puede ser un niño de 8-10 años, un adolescente o un adulto. En la mayoría de las situaciones, los animales no son los únicos responsables de la agresión, ya que los dueños suelen estimular conductas agresivas sin darse cuenta, por desconocimiento.
Los perros adultos llegan a tolerar y soportar fuertes expresiones de afecto de los niños menores de 2-3 años como las caricias, mordeduras, tiradas de cola, de orejas o de pelos, ya que el animal los ve como cachorros de la manada. Pero cuando crecen y si no alcanzaron claramente una jerarquía superior a la del perro, éste puede agredirlos.
Los niños más pequeños son los menos agredidos, pero sus heridas en cara o cabeza pueden ser de mayor gravedad. Además, los niños pequeños no saben interpretar las señales previas de agresión, tales como ladridos o gruñidos, y no adoptan actitud de sumisión para calmar al animal sino que gritan y corren con lo que excitan aún más al animal, incentivando el acto agresivo.
El juego constituye un aspecto fundamental en el desarrollo madurativo del niño y del perro. Durante el juego, el cachorro aprende a conocer la reglas de convivencia. Es importante evitar juegos que involucren un comportamiento agresivo.
Por otro lado, si el cachorro tiene genética de comportamiento agresivo, existen grandes posibilidades que en la edad adulta intente dominar a los que percibe como inferiores. El animal siempre debe ocupar un orden jerárquico inferior en el grupo familiar.
Recuerde que es conveniente:
Elegir una raza no agresiva para convivir con la familia
Enseñar al perro a ser dócil y obediente haciendo respetar los límites impuestos
Que un adulto supervise siempre el juego entre el niño y el perro
Evitar juegos de índole agresivo con el perro
Asesorarse con el médico veterinario ante eventuales cambios de conducta
Si una familia decide adoptar un perro, es recomendable que lo haga cuando el niño tenga entre 2-3 años o más, elegir un cachorro dócil para que ambos crezcan juntos y que mediante el juego bajo supervisión del adulto, el cachorro vaya conociendo las reglas de su nueva manada.
Con relación a la fauna silvestre (teros, lagartijas, tortugas, iguanas) puede ser entrenada o adiestrada pero no domesticada y ser adoptada como mascotas. Para convivir con estas especies es recomendable que los niños sean mayores de 8 años.
Si elegimos tener una mascota es sumamente importante saber que deben ser vacunados. Es por eso nuestro médico veterinario debe asesorarnos en este tema.
Por Dr. Fabián Lema. Médico Pediatra. Hospital Garrahan. Médico Veterinario.
PRONAP. 2005