Inteligencia Emocional
Por Lic. Gisela Holc
Bronca, alegría, vergüenza… hay muchas preguntas que solemos hacernos en relación a nuestras emociones, especialmente en aquellos momentos en que estas nos duelen. Pero de todas esas inquietudes, hay algo de lo que no hay duda y es que sentimos.
Ahora bien, ¿qué son las emociones?
A nivel corporal, podemos decir que las emociones son aquello que nos hace cosquillas en la panza, nos da un nudo en el estómago, nos hace sentir la cara caliente, o roja, nos parece que las venas se nos hinchan al punto de querer explotar, el corazón se acelera tanto que pareciera que va a levantar vuelo… estas y tantas más son algunas de las manifestaciones físicas que tienen las emociones. Es decir, las emociones se sienten en el cuerpo.
Además de cuerpo, las emociones involucran un aspecto afectivo importantísimo que es el que nos permite dar cuenta de cómo estamos, como nos sentimos: placer / displacer, agrado / desagrado, nos hacen saber qué es importante para nosotros y qué no lo es, con quién estamos cómodos y con quién no lo estamos, cuándo estamos a gusto en algún lugar y cuándo no lo estamos.
Otro nivel implicado en el mundo de las emociones es el nivel cognitivo, donde intentamos dar cuenta, explicarnos que sentimos, pensarnos, comprender que nos pasa, para en función de todo ello saber cómo actuar y proceder.
Las emociones están para que hagamos uso de ellas, para que nos guíen en nuestras acciones, en la toma de decisiones, en la planificación de las pequeñas o grandes cosas de la vida.
Las emociones están a nuestro servicio, nos notifican que algo nos sucede y nos dan la oportunidad de regular desde allí nuestro funcionamiento mental, organizar nuestros pensamientos, y alinear con ellos nuestro proceder.
Son las emociones las que nos orientan en el establecimiento de nuestras metas, objetivos y en función de ello es que ponemos en marcha nuestro motor para intentar su realización, así las emociones nos motivan, nos alientan, o bien nos asustan, inhiben, aíslan, etc.
Son también ellas las que orientan nuestra atención, percepción y hasta la memoria, por ejemplo si estoy embarazada, muy posiblemente vea más panzas que lo habitual, si me quebré el brazo y tengo un yeso, me parecerá que nunca antes hubo tanta gente con enyesada.
Es por todo ello que no debemos pensar a las emociones separadas o independientes del cuerpo, del pensamiento y del comportamiento. Aprender a registrar, conocer, regular, expresar. Allí radica el desafío. Es a partir de un trabajo de conexión interior, de auto observación que podemos aprender a registrar nuestro sentir.
En este sentido no podemos decir que las emociones son buenas o malas, simplemente son y nos dan cuenta de nuestro mundo interior. Me gusta pensarlas como señales internas en pos de una mejor adaptación a nuestro entorno, nos permite conectar nuestra esencia con la realidad externa para lograr una mejor supervivencia, por ejemplo: el miedo nos advierte de un peligro, el asco de algo en mal estado, la compasión nos pone en empatía con el otro, la culpa nos ayuda a reparar, el enojo que hay algo para resolver.
Las emociones también sirven para comunicarnos, así el llanto avisa a un ser querido que necesitamos contención, compañía, la risa demuestra felicidad y ganas de compartir. Estamos permanentemente emitiendo señales, leyendo e interpretando las que generan nuestros otros, esto es inevitable en todo vínculo, en toda interacción. Lo que suele suceder y ser motivo de conflicto es la distorsión en la interpretación de estas señales o bien la dificultad en la expresión de nuestras propias emociones.
Podemos decir que una persona es inteligente emocionalmente cuando logra identificar sus emociones, integrarlas con su pensamiento y alinearlas con su accionar. Para ello sabe identificarlas y expresarlas adecuadamente.
La inteligencia emocional no apunta al control de las emociones sino al conocimiento, al ser consciente y poder regular su expresión. Si bien no hay que controlar las emociones, tampoco hay que dejarse invadir, avasallar por ellas. Lograr postergar su realización o aplacar su expresión puede ser un desafío que muchas personas suelen intentar y al cual muchos suelen sucumbir.
Pensar antes de actuar, o actuar pensando para lograr acercarnos a nuestros objetivos o deseos en lugar de generar comportamientos que nos alejen de ellos.
En nuestros consultorios de Hémera, nos encontramos con muchas personas que sufren a causa de sus emociones, por descontroladas, desesperadas, o bien porque hacen de ellas interpretaciones distorsionadas, o bien porque se encuentran desconociendo su lenguaje y no logran captar sus mensajes, o bien porque la expresión de ellas los pone en permanente conflicto con sus vínculos, por mal manejo del enojo, por exceso de ansiedad, de rencores, etc. Cuando alguna de estas situaciones nos sucede nos sentimos frustrados, con malestar interior, angustia, muchas veces nos damos cuenta que no estamos a gusto con algún aspecto de nosotros mismos, o con algún área de nuestra vida, sea tanto algún vinculo familiar, de pareja, social o en el área laboral, muchas personas se enferman reiteradas veces, no duermen bien, o duermen en exceso, no comen o comen mucho etc., ya que las emociones atraviesan toda nuestra vida y abarcan todo el mundo que nos rodea.
La dificultad en el manejo de las emociones es una de las causas principales del padecimiento humano y por ende de consulta terapéutica.
De chicos nos enseñan a caminar, a comer y hasta a dormir, pero no nos enseñan, por ejemplo, a enojarnos adecuadamente. Creemos en el aprendizaje emocional, no desde la idea de programar lo que sentimos, ni desde la creencia que está bien o mal sentir de una u otra manera, pero sí creemos que la falta de regulación emocional genera conductas desadaptativas y esto trae conflictos en diferentes áreas de la vida. Muchas veces esta regulación surge espontáneamente, pero muchas otras no. Cuando esto no se logra naturalmente y la repetición de la experiencia no es suficiente para generar un cambio, entonces la terapia es un marco privilegiado para poder aprender de uno mismo y lograr incorporar habilidades de cuidado personal.
Las emociones tienen un significado, un sentido. Enojarse no es lo mismo para todos, cada uno tiene un sentido personal en su modo de sentir, y este modo surge como resultado de experiencias tempranas, de vínculos importantes, del tipo de familia, costumbres, etc. Cuando algo nos sucede podemos aprovechar la oportunidad para preguntarnos qué está pasando, por qué nos está pasando, para qué nos está pasando y esas respuestas nos van a dar la idea del sentido, del por qué y para qué.
Nada es casual, nada es porque sí; todo en la vida tiene un sentido, a veces más claro, otro más oculto. Pero allí radica la cuestión, comprender el sentido de lo que nos pasa, ya sea para intentar resolver, modificar o bien aceptar.
Algunas de las emociones que suelen generar mayor dificultad en su manejo son:
Enojo, celos, envidia, ansiedad.
En el consultorio solemos observar situaciones en las cuales los celos parecieran estar bien justificados por conductas de infidelidad o intentos de seducción de la pareja. Otras veces, ciertas conductas de celos están motivadas no por una conducta real de la pareja sino por pensamientos exagerados, sobredimensionados, creencias rígidas de exclusividad absoluta, etc. que tienden a generar conflicto en el vínculo. Digo vínculo y no pareja porque los celos no son un sentimiento exclusivo de la vida amorosa, sino que también suelen observarse escenas de celos entre amigos, entre familiares y hasta compañeros de trabajo. Ejemplo: paciente mujer de 28 años que está en pareja hace 4 años. Su pareja se divorció de su ex esposa por amor a ella. La cuida, le propone irse a vivir juntos y tener hijos… ella lo cela infundadamente por su baja autoestima, de no creerse digna de tanto amor.
Hay personas que se caracterizan por ser especialmente enojosas. Se los suele reconocer por repetidos estallidos de furia, gritos, peleas, ofensas, inclusive insultos y hasta golpes. Independientemente del motivo explícito del enojo, cualquiera de estas conductas descriptas anteriormente, lejos de lograr resolver el conflicto que dio motivo a dicha pelea, lo complica más aun, muchas veces siendo este último episodio más grave que la situación disparadora u originaria. Por ejemplo, dos hermanos que comparten la empresa familiar y se pelean por diferencias de criterio frente a como resolver un tema laboral. Esta pelea sube de tono al punto donde uno de ellos intenta golpear al otro. El padre interviene, impide el golpe y ambos reciben cantidad de insultos. Esta situación no solo no permitió resolver adecuadamente la situación laboral sino que agravó el conflicto porque ahora se suma un conflicto de vínculos familiares que dificulta la dinámica afectiva pero además la laboral.
¿Como entrenarse en habilidades de manejo emocional?
Tips:
Hoy día hay cantidad de bibliografía y autores que hablan de las emociones y su manejo. Leer sobre ellas, investigar en sitios de internet es una buena forma de cultivar nuestra emocionalidad.
Así mismo hay películas que muestran situaciones de enojos, furias, celos, traiciones, poder verlas y luego debatirlas es interesante.
Ejercicio 1:
• Realizar un listado de las emociones que conozco. Luego intentar ampliarlo con la consulta de amigos, familiares o bien diccionarios.
• De cada una de ellas tratar de recordar situaciones concretas de mi vida personal en las que me vi involucrado afectivamente.
• Describir la situación que me activó dicha emoción y a continuación como fue mi comportamiento.
• Evaluar mi satisfacción o no en como fue el desarrollo de la secuencia.
•Reconocer si esta actitud logro resolver la situación o bien si la complico mas aun.
•Marcar cual de estas emociones me generan mas dificultad o bien cuales aparecen con mayor frecuencia.
Ejercicio 2:
1. Identificar que emoción nos cuesta, cual nos hace saltar la térmica.
2. Registrar que situación la disparo: puede ser una situación externa, algo que haya ocurrido o bien alguna sensación interna o un pensamiento.
3. Observar como nos comportamos, que hacemos, que no hacemos, que creemos que hicimos mal, como creemos que deberíamos haber hecho.
4.Observar a otros, amigos o familiares con quien podamos tener una charla íntima y preguntarles como hubieran procedido ellos. (Esto no quiere decir que el otro sea mejor que nosotros ni que no se pueda equivocar, solo nos permitiría poder ver la situación de otro modo, nos permitiría agregar otro punto de vista).
Si al concluir los ejercicios y la lectura de este informe Uds. se ha sentido especialmente identificado o bien hay alguna cuestión que le genera inquietud personal, puede consultar a un psicólogo que trabaje con emociones y podrá ayudarlo.
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