VACACIONES, Comerse el mundo o saborear la vida
Por Lic. María Gabriela Fernández*
El tiempo, durante el año, parece no alcanzar nunca. Las horas del día son insuficientes para la cantidad de cosas que tenemos que hacer. Aquellos que trabajan y que tienen una familia y amigos necesitan tiempo extra para atenderlos y tratan además de hacer alguna otra actividad como practicar un deporte o tener un hobby. Pero aquí no termina la cosa, también hace falta tiempo para dedicarlo al ocio
Cubrir todas estas necesidades parece imposible. A pesar de todo y sin saber cómo lo logramos, terminamos el día cumpliendo con la mayoría de las obligaciones y de las actividades que nos habíamos propuesto realizar. Después nos vamos a dormir, para repetir al día siguiente casi la misma rutina con algunas variaciones, como el agregado de aquellos asuntos que dejamos pendientes del día anterior. Y así se van sucediendo los días… Muchas veces aparecen imprevistos que no estaban en la agenda y que de todas formas debemos atender. Debemos ayudar a un amigo en problemas, enfrentar una enfermedad, podemos chocar el auto y miles de situaciones imposibles de anticipar.
Lo que nos permite seguir adelante es la idea de que en algún momento vamos a parar. Cuando estamos cansados, agotados y creemos que no podemos dar un paso más, nos consolamos pensando que vamos a poder descansar, irnos de vacaciones. Es la zanahoria que nos permite seguir tirando del carro.
Finalmente después de tanto esfuerzo llega el tiempo de las tan ansiadas vacaciones. Dejamos de tirar del carro, soltamos las presiones, se termina la carrera contra reloj y el cansancio.
Vivimos el mismo tiempo pero de otra manera .Los días son más largos, el calor, cuando no es agobiante, nos hace sentir más expansivos y relajados. Dormimos hasta que nos despertamos sin el sobresalto del despertador, nos acostamos sin pensar que nos tenemos que levantar temprano para encarar todas las actividades que forman parte de nuestra vida de todos los días. Hacemos las cosas que nos gustan, nos relacionamos más profundamente con el que tenemos al lado, sin estar pensando en el resto. Se termina la tensión, el tiempo disponible parece alargarse indefinidamente, como si tuviera otra dimensión.
Pero el tiempo no para. Las vacaciones se terminan, nunca parecen ser suficientes. Todo vuelve a empezar. El trabajo, las rutinas, las obligaciones vuelven a ser los protagonistas.
Es importante que logremos mirar nuestra vida en su secuencia completa, trabajo y vacaciones incluidas, en lugar de querer comernos el mundo. Debemos aprender a saborear la vida en todas sus facetas. Esta es la única manera de vivir sin morir en el intento.
*Lic. María Gabriela Fernández
Hémera, Centro de Estudios del Estrés y la Ansiedad