El fin de año no es el fin de la vida

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*Por Lic. Lila Isacovich
En estos días finales del año, pareciera que todo cobrase un ritmo vertiginoso. Se ve a la gente transitar por la calle aún más apurada que
siempre. Se tiene la sensación de que lo que no se alcanza a hacer antes de fin de año, ya no se hará nunca.

Esa sensación debería alertarnos. Como todo aquello que no coincide con la “realidad”. Debería, digo, en el sentido de darnos una oportunidad para reflexionar acerca de por qué lo vivimos de esa manera, sabiendo que no es cierto desde un punto de vista “objetivo”. Sin embargo para nosotros suele funcionar así. ¿Por qué si no es antes del 31 ya no será, o, por el contrario, “ya fue” – demasiado tarde-? Esa vivencia del tiempo es un indicador de que por alguna razón estamos haciendo operar el “31″ como un límite. Y hay límites -todos lo sabemos- que lejos de impedir, por el contrario, hacen avanzar. Me refiero a algo que perseguí durante un tiempo -supongamos todo este año – y no logré consumarlo hasta ahora, se me impone hacerlo sí o sí antes de terminar el año. Eso puede incidir favorablemente o no tanto. Pero si funciona, muchas veces permite concretar en días lo que no fue posible durante meses: un proyecto laboral, un encuentro afectivo, concluir tareas pendientes, ordenar cuestiones, tomar decisiones importantes, asumir riesgos, hacer elecciones.

Si estas cuestiones fueron pedaleadas para adelante, postergadas hasta ahora, la compulsión de cerrarlas puede derivarse del temor a evadirse, a repetir comportamientos viciados, que nos dejaron vacilantes, inoperantes, indecisos o paralizados. En cambio, si logramos concluir, habremos puesto a trabajar el fin del año a favor nuestro, en la dirección de nuestro deseo. E incluso extrañarnos y sorprendernos de que todo era tan fácil y estaba tan a la mano, que mientras nos pre-ocupábamos tanto y nos parecía tan difícil o incluso imposible de lograr, lo estirábamos ad infinitum por no poder darle una resolución al tema.

¿Cómo puede cambiar tan rápidamente la perspectiva, solo por el hecho de avecinarse el final? Quizá este tiempo nos dé la pauta de la verdad que Freud encontró y llamó teoría pulsional: que la combinatoria del Eros -pulsión de vida- y Tánatos -pulsión de muerte- es lo que está en la base del conflicto que motoriza la vida. Una verdad que parece de Perogrullo: no hay vida sin muerte, y que es precisamente ese límite lo que da sentido a la vida.

Entonces no debería sorprendernos que la cercanía de ese límite eche a andar la energía vital y el despliegue del deseo frente al fin del año. Dirán, con justa razón, que el fin del año no es el fin de la vida, no es la muerte. Pero eso no obsta que para muchos lo represente, como marca de corte, como frontera. Desde este punto de vista, bienvenida sea la aceleración, el frenesí. Bien puede ser la impronta de nuestro deseo. Sin olvidarse por eso de la sospecha que recae en que si no es ahora, no sea nunca.

*Directora del Área Asistencial de la FUNDACIÓN BUENOS AIRES
www.fundacionbsas.org.ar

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