Por Alejandra Inés Lacroze*

Hace algunos años comenzaron a llegar a la consulta adolescentes que concurrían con  “marcas” extrañas en sus cuerpos: heridas, cortes, hechos con el compás o con algún elemento punzante. Este acto que requiere de un milimétrico control en la incisión, resulta paradójico en relación al descontrol impulsivo que le dio origen. Marcarse y con dolor no era un ritual, ni una iniciación, era  una vivencia, diferente a otras prácticas como por ejemplo al tatuaje.

Como planteamos en Los ritos ( Lacroze. Micó. Salguero, 2011) los rituales siempre tienen soporte colectivo. Cuando este desaparece se producen excesos y desregulaciones, como por ejemplo en los desórdenes de alimentación, como bulimia y anorexia, tan comunes, hoy entre las adolescentes.

Hoy en día, el ideal de belleza es de una extrema delgadez. El cuerpo se convierte en tan extranjero, tan extraño, tan ajeno,  que no se reconoce como propio.

Son muy comunes en las anoréxicas y en las bulímicas ciertos rituales a  la hora de  comer como por ejemplo: separar la  comida, y así  estar horas sin probar bocado, comer grandes cantidades de comida y meterse los dedos para vomitar. O comer, masticar y luego escupir la comida.

También puede observarse entre los jóvenes otro “ritual contemporáneo” “previa” o “preboliche” en la que los jóvenes se encuentran a beber grandes cantidades de alcohol, mezcladas en muchos casos con otras drogas, viagra, psicofármacos, produciendo cócteles mortíferos .Esto los lleva a una conducta desenfrenada, donde lo que prima  es el descontrol  y el exceso que los expone seriamente a situaciones  que ponen en riesgo su vida como son las peleas callejeras,  el coma alcohólico, un accidente de tránsito entre otros

En mi trabajo de  30 años con grupos de adolescentes en instituciones educativas y deportivas para tratar temas propios de la adolescencia, la mayoría recibió información sobre alcohol y otras drogas, pero no la conectan con su conducta, están completamente disociadas.  El 95% toma y salvo los menores de 13 años que aún no toman, ante la pregunta de cómo se ven en un futuro todos responden: “tomando”.

Algunos intentan períodos de abstinencia que no pueden cumplir, y hay ya aumento de la tolerancia: hay chicos de 14 años que toman cinco vasos de cerveza y no vomitan, no les pasa nada. Si no encuentran una casa se reúnen a hacer el preboliche en la calle, o cerca de las vías; aún los de 14 años consiguen alcohol con el delivery. Depende el “estado en el que están” van al boliche. Dicen que toman porque les gusta, saben su límite y porque si no lo hacen se aburren.

Volviendo a los ritos, uno de los componentes del rito, es una clara limitación de los excesos, que atentan siempre contra la propia vida del grupo. Entonces ¿podemos llamar rito a estas prácticas actuales?

Podemos decir que aquello que caracteriza nuestra época está en relación a cierta ausencia en los planos de consistencia  colectivos produciendo efectos de desterritorializacion, decodificación y empobrecimiento, sobre todo en los más jóvenes, dando como resultado estas prácticas rituales vaciadas de sentido donde lo que se da es la mera repetición, redundante, de lo mismo. En este punto podríamos concluir que estas manifestaciones son expresión de la ausencia de configuraciones colectivas que configuran la patología social.

La falta de ritos, o creer que estas formas expresivas remiten a un orden de pensar inferior, produce síntomas en el campo social, y recrea formas de expresión, que al carecer de soporte colectivo se manifiesta muchas veces en gestos violentos que al no encontrar cause en códigos que marquen los cortes se derraman muchas veces en forma altamente peligrosa que se transforma en destrucción hasta de la propia vida.

*Lic en Psicólogía (UCA)  Psicoanalista formada en Instituto de Psicoanálisis de Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA) con Especialización en niñez y adolescencia. Miembro de APdeBA y de International Psychoanalitical Association (IPA). Maestría en pareja y familia (IUSAM-APdeBA). Ex Residente del Servicio de Alcoholismo y Toxicomanía del Centro de salud Mental Nº 3. Ex Coordinadora del Programa de Alcoholismo de la Provincia de Buenos Aires. Directora de “Mi cuerpo es mi casa”