La estimulación temprana privilegia la mirada sobre el bebé y todos aquellos aspectos que hacen a su desarrollo. Se involucra al niño y no a la función afectada. Trabajamos con un bebé y con una familia determinada que es parte activa en su formación.

La estimulación temprana nace como disciplina a partir de las investigaciones realizadas en la década del 60 por la neuropediatra Lidia Coriat. Se inició orientando a los padres en pautas de crianza como: tiempos de sueño y de vigilia, alimentación y, especialmente, en el tiempo dedicado al juego. Los especialistas observaron que en niños con discapacidad se elevaban notablemente sus capacidades a partir del estímulo externo.

Su objetivo principal es apoyar el desarrollo del bebé y del niño pequeño con problemas en el desarrollo. El desarrollo se define como los acontecimientos que ocurren en el cuerpo del niño y que tendrán efectos en su personalidad. Se da en la interacción constante entre el bebé y sus padres, o quienes ejercen la función de sostén.

Siempre que pensamos en un bebé sabemos que hay alguien que lo sostiene (su mamá, papá o quien ejerza dicha función). Este sostén va más allá de los cuidados físicos e implica también interpretar cada acción del bebé, traducir su llanto, sus balbuceos, etc. Por lo tanto, un bebé no es tal sin sus padres y es una parte activa en esta interacción. Su entorno ofrece o se ofrece, pero él debe estar disponible e interesado en recibir. Por eso es que decimos que apoyamos o favorecemos el aprendizaje.

Estimular implica presentarle al niño situaciones problemáticas que el aún no puede resolver pero que, al estar próximas al nivel cognitivo alcanzado hasta ese momento, le permitirán preguntarse por su solución. Un ejemplo de esto es el inicio de la bipedestación (pararse en dos piernas).
No es lo mismo ofrecerle la bipedestación a un bebé de 9 meses, para quien ésta es una dificultad que aún no puede resolver aunque puede empezar a experimentar, que ofrecérsela a un bebé de 4 meses para quien la bipedestación no existe ni siquiera como problema a resolver porque sus esquemas de acción no están aún preparados. Por eso es que en el proceso del tratamiento de estimulación temprana es muy importante conocer las etapas del desarrollo. En caso contrario, corremos el riesgo de ofrecer algo que esté muy lejos de las posibilidades del bebé y, por tanto, no resultará para él significante a modo de desafío para la futura acción.

Si bien hay un orden secuencial en el desarrollo que es común a todos los bebés (por ejemplo, nadie camina antes de sentarse, y nadie gatea antes de sostener la cabeza), los tiempos que demanda cada bebé son particulares y subjetivos, y dependen de la historia específica de ese niño, con su mamá y su familia. Es por este motivo que se trabaja cada caso de forma individual.

¿Quienes vienen a tratamiento?

Si bien son los padres los que en muchas ocasiones detectan dificultades en sus hijos, no todo niño que presenta una dificultad requiere de un tratamiento de estimulación temprana. La asistencia a este tipo de tratamiento debe ser sugerida por los especialistas. Por esto, se recomienda a los padres que, ante cualquier síntoma que pudiera generar en ellos dudas, recurran a la consulta con el médico.

Algunos de los casos que requieren de estimulación temprana o de un diagnóstico por parte de especialistas son:

• Niños prematuros que hayan sufrido prolongadas internaciones

• Pacientes con una determinada alteración orgánica (Ej. Síndromes genéticos, lesiones) que podrían presentar trastornos en la motricidad, en la comunicación, etc.

• Niños desatentos, irritables, muy tranquilos (bebés que duermen muchas horas en el día) o hipertónicos.

CONSULTE SIEMPRE A SU PEDIATRA

Betina Frid