Cuando la crueldad infantil deja de ser cosa de chicos: el bullying

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Desafíos de los padres del Siglo XXI: el bullying y la educación emocional

Por Lic. Andrea Baldantoni
 
Años atrás una pelea entre compañeros empezaba y terminaba en el patio del colegio. Hoy el “patio escolar” puede llegar a ser un escenario virtual en el ciberespacio, donde la exposición y las consecuencias se multiplican y no se pueden terminar de medir ni calcular.

Existe la creencia que la infancia es una etapa libre de problemas, pero ser pequeño no protege frente a los daños emocionales graves y duraderos que puede causar el bullying o el acoso escolar.

El acoso escolar (o bullying) es una forma común de violencia contra los niños. Según investigaciones de Plan International y UNICEF entre el 50% y el 70% de los estudiantes en América Latina han sido acosados o han sido testigos de incidentes de bullying. Si bien el maltrato escolar no es un fenómeno nuevo, recientemente, la tecnología y las redes sociales han multiplicado exponencialmente el alcance y el impacto de este problema. El acoso cibernético (o cyberbullying) se lleva a cabo en Internet y con teléfonos celulares y puede tener, como el acoso escolar,  consecuencias negativas en la salud mental: el abuso de sustancias y el suicidio.

Un niño que se  siente intimidado y maltratado por sus compañeros  de forma repetida y sostenida, expuesto a agresiones físicas, verbales o sociales, es un niño en riesgo. El bullying es inaceptable, afecta tanto al niño acosado, al acosador y al espectador. No es “cosa de chicos’ y desde ya que no es un juego.
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Sin embargo, no todo es bullying. Algunos conflictos entre niños son esperables y funcionan a manera de “laboratorio social”, ofrecen oportunidades para que nuestros hijos puedan desarrollar sus habilidades sociales y la capacidad para defender lo que piensan y sienten, para afirmarse y para fortalecerse. Entonces, ¿cómo diferenciar, como padres y docentes,  en qué situaciones intervenir y en cuáles mantenerse al margen y dejar que los chicos resuelvan la situación entre ellos?

La habilidad para crecer frente a los desafíos de la infancia surge de la capacidad para manejarse en el mundo de las emociones. En el esfuerzo por detener al bullying, es importante “fortalecer” emocionalmente a los chicos y prepararlos para que puedan resolver conflictos sin violencia y no ser “presa fácil” del maltrato.

Investigaciones dan cuenta que a algunos chicos cuesta más herirlos que a otros. ¿Qué es lo que hace que un niño sea más vulnerable que otro frente a una situación de maltrato escolar? La respuesta se encuentra en la capacidad de los niños para ser resilientes, en su empatía y en su capacitación emocional.

Existe la creencia que aquel que es víctima de bullying automáticamente va a generar un trauma y tener consecuencias catastróficas. ¡No necesariamente! Esta puede ser una oportunidad para generar la capacidad de la resiliencia. Investigaciones dan cuentan que solo el 50% de los chicos que reportaron haber sido víctimas de bullying, registraron haber vivido la experiencia como traumática.

Con frecuencia, en hogares cálidos y contenedores, es difícil para los niños ver que otras personas pueden lastimar a los demás. Con las mejores intenciones, los padres hacen un esfuerzo para “mostrar el lado bueno de la vida, del mundo y las personas” y los chicos se desmoronan al darse cuenta que las cosas no son tan así.

Los niños deben saber que en cualquier lado que vayan pueden encontrarse con niños y personas que pueden ser crueles. Es importante enseñar a nuestros hijos a FILTRAR las conductas de los otros, a discriminar entre lo que está bien y mal y a no siempre creer en lo que los demás niños dicen. Un chico que esta “emocionalmente preparado y ajustado” puede ponerse en el lugar del otro, registrar la “crueldad o el abuso” como algo externo y perjudicial y hacer algo al respecto.

Dos ideas fundamentales para la educación emocional de nuestros hijos:
La empatía y la resiliencia.
La empatía es la capacidad que tienen los chicos de ponerse en el lugar del otro, de reconocer las emociones de los demás y sintonizar con las señales que indican lo que los demás necesitan o desean. La empatía y el poder reconocer las propias emociones y la de los demás es una habilidad que se puede “ejercitar” y desarrollar. Preguntas como: “Si a vos te hicieran esto, ¿cómo te sentirías? ¿Cómo crees que se siente tu compañero?” pueden ayudar como puntos de partida.

La resiliencia es la capacidad para afrontar con éxito la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o incluso fuentes importantes de estrés,  ansiedad e incertidumbre. Que un niño sea resiliente no significa que no experimentará dificultades o angustia frente a una pérdida o trauma importante. Significa que tiene la capacidad para seguir adelante, para aprender de lo acontecido, rescatar los recursos internos que lo ayudaron a resolver la situación y a fortalecerse en el proceso.
 
¿Cómo ayudar a los niños frente a una posible situación de acoso escolar?
•         Alrededor de los 9-10 años la conexión con el grupo de pares es fundamental, el aislamiento es una de las situaciones sociales más dolorosas para los chicos y puede estar acompañada de situaciones de maltrato de los pares.  A través del deporte o un hobby se puede ayudar a los chicos a conectarse con sus pares y reducir el aislamiento. Este tipo de actividades ofrece a los chicos, la chance de encontrar refugio  y una  posible plataforma para la consolidación de la autoestima y la confianza personal.
•         Enseñar a los niños  a calmarse y controlar el llanto a través de ejercicios de respiración. Esto les permite tener más dominio sobre sus conductas y no quedar tan a la merced del acosador.
•         Respirar y no tomárselo tan seriamente. Que los chicos puedan ver que “Ese chico es malo con todos, no es solo contigo”.
•         Descatastrofizar: catastrofizar lleva al pánico.
•         Escuchar. Cuando los chicos escuchan de un adulto que el bullying está mal, eso ya ayuda a la autoestima y la confianza en sí mismos.
•         Educar las emociones. Ayudar a que los chicos puedan nombrar y registrar la gama de emociones.
•         No usar frases como “no le hagas caso”, “aguántatela”. Esto cierra los canales de comunicación. Utiliza esta oportunidad para sostener conversaciones abiertas en donde puedas enterarte lo que está ocurriendo en el colegio y así poder armar un plan de acción.
•         Enseñar al niño a hacerle frente a la intimidación sin exponerse a ser maltratado ni derrotado en una pelea. Practicar en casa para que el niño aprenda a ignorar al acosador y/o crear estrategias enérgicas para saber que hacer frente a la situación de acoso (por ejemplo decir “¡NO!”). Ayudar al niño a identificar maestros y amigos que pudieran ayudarlo en caso de ser víctima de maltrato.
•         Establecer límites en relación a la tecnología: los chicos necesitan la mirada a largo plazo de un adulto acerca de las consecuencias que sus acciones pueden tener. “¿Qué pasa si un futuro empleador ve tu Facebook?”
En las pantallas y en los videos juegos no aparecen las consecuencias inmediatas por agresiones o crueldades, no surge la capacidad de reparar el daño causado. La sobreexposición a las pantallas genera menos empatía. Los padres deben colaborar a construir esta habilidad emocional básica para los vínculos sanos y responsables.

El semáforo parental: ¿cómo saber si mi hijo necesita que intervenga frente a un conflicto entre pares?

VERDE: Prevención
Si su hijo no tiene dificultades para dormir, no presenta cambios en los hábitos de alimentación, o están afectados su rendimiento académico o el estado de ánimo y aún está preocupada/o..
¿Qué puedo hacer?
Abrir los canales de comunicación: estar atento y cerca para poder generar la confianza y el encuentro.  Escuchar: “Decime si hay algo que necesites”, “Estoy para escucharte”.

AMARILLO: Alerta-Precaución
Si su hijo No quiere ir al colegio, utiliza frases como “Odio el colegio”.
¿Qué puedo hacer?
El grado de seriedad es mayor. “Hablemos de lo que está pasando”. Si bien no llega a una urgencia, es una señal de alarma.

ROJO:
Si su hijo tiene dificultades para  dormir, tiene pesadillas, falta de apetito, están afectados el rendimiento académico o su estado de ánimo.
¿Qué puedo hacer?
Esto requiere intervención del adulto. Es probable que éstas sean señales de depresión y ansiedad.

En el acoso escolar tanto víctima como agresor, incluso espectadores necesitan desarrollar las habilidades y recursos emocionales que les permitan abandonar relaciones conflictivas y encontrar maneras más sanas de resolver los problemas y generar así una convivencia más productiva, enriquecedora y feliz.

Lic. Andrea Baldantoni
Especialista en niños, adolescentes y familias.
www.hemera.com.ar
Hémera, Centro de Estudios del Estrés y la Ansiedad

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