Soluciones creativas para conflictos dolorosos

Inevitablemente, conflictos y desencuentros son un fenómeno inherente a la vida humana, en la cual coexisten deseos y necesidades por satisfacer, malos entendidos, criterios y puntos de vista que suelen enfrentarnos.

“Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de crema. Inmediatamente empezaron a hundirse; era imposible nadar o flotar en esa masa espesa, traicionera como las arenas movedizas. Al principio, las dos patalearon en la crema para llegar al borde del recipiente pero solo conseguían chapotear en el mismo lugar. Cada vez era más difícil salir a la superficie para respirar. Una de ellas dijo:
- No puedo más. Es imposible salir de aquí, esta sustancia no es para nadar. Ya que voy a morir no veo por qué prolongar este dolor. No tiene sentido.
Dicho esto, dejó de patalear y se hundió en el espeso líquido blanco. La otra rana, más persistente, se dijo:
- ¡No hay caso! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, ya que la muerte me llega, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quisiera morir un segundo antes de que llegue mi hora.
Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar un solo centímetro. ¡Horas y horas! Y de pronto, de tanto patalear y agitar, agitar y patalear, la crema se transformó en manteca. La rana sorprendida dio un salto y patinando llegó hasta el borde del pote. Desde allí solo le quedaba ir croando alegremente de regreso a casa.”

Esta fábula de Fray Mamerto Menapace, que probablemente muchos de ustedes conocen, nos lleva a una reflexión: al igual que las ranas, nos encontramos a menudo frente a situaciones difíciles que involucran a seres queridos (parejas, hijos, familiares), que nos conmueven e impactan. ¿Qué hacer? ¡Más de una vez quisiéramos bajar los brazos! Otras veces, damos pelea y estamos firmemente decididos a no dejarnos vencer por la situación que nos abruma.

¿Cómo concebimos los conflictos? ¿Son para nosotros quiebres en la armonía cotidiana, obstáculos que amenazan el bienestar y que por lo tanto debemos evitar que surjan? ¿O son como linternas que nos iluminan ciertas cuestiones de las que debemos ocuparnos? En este sentido, ¿se constituyen en una chance de revisar conductas, en una especie de trampolín hacia el aprendizaje y enriquecimiento de nuestras relaciones?

Inevitablemente, conflictos y desencuentros son un fenómeno inherente a la vida humana, en la cual coexisten deseos y necesidades por satisfacer, malos entendidos, criterios y puntos de vista que suelen enfrentarnos. Tomemos por caso una disolución marital, algo frecuente en los días que corren. Frente a la misma se abre todo un abanico de sentimientos que giran alrededor del dolor, del enojo, de la decepción, de la aflicción, sin dejar de lado el resentimiento que muchas veces tiñe nuestra mirada.

Florence Kaslow, una reconocida consultora de familia norteamericana, establece una interesante relación entre las diferentes etapas del divorcio y los aspectos a resolver que involucra cada una de ellas:

• Predivorcio -> etapa centrada en la deliberación respecto de qué camino tomar
• Divorcio propiamente dicho -> incluye el “divorcio emocional”, “divorcio legal”, “divorcio económico-financiero” y “divorcio co-parental”, entre otros
• Posdivorcio -> conlleva la reubicación en la familia nuclear y extendida, y en los ámbitos social, laboral y comunitario

Esta especialista investiga las negociaciones de una pareja en el proceso de desvincularse. Hay una gran cantidad de decisiones racionales a ser tenidas en cuenta: dónde vivir, la manutención del hogar, con quién van a vivir los hijos, cuándo estarán con el otro miembro de la pareja, cómo seguirá la relación con la familia extendida, quién se hará cargo de qué tarea, de qué manera y en qué momento.

Todas estas cuestiones deberán ser resueltas en un período de gran malestar e incertidumbre. A su vez, pueden entrar en escena los deseos de tomar represalias o las presiones de terceros, como abogados de parte, familiares o amigos.

De ahí la importancia de tomar decisiones sin tener en cuenta, en la medida de lo posible, cualquier clase de animosidad. A pesar de las desilusiones propias de esos momentos, los conflictos pueden convertirse en una oportunidad de aproximarse a una mejor calidad de vida, a un mayor bienestar; este modo de enfrentar los problemas determinará en buena medida la solución al conflicto y el costo emocional que traiga aparejado.

Por lo tanto, el problema no está solamente en los desacuerdos y disidencias, sino más bien en las respuestas que damos frente al mismo. Esto potencia la capacidad de desarrollar opciones creativas, de transformar la crema líquida de nuestro cuento en manteca para volver a afirmarnos y dar un salto hacia una mayor armonía.
Lic. Sandra Frankowski de Munk

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