El silencio de las mujeres golpeadas

Una constante a la hora de hablar de violencia familiar es el ocultamiento de la situación por parte de las víctimas.

La mayor dificultad del problema radica en que, muchas veces debido a la vergüenza, las mujeres no denuncian a sus maridos puesto que suponen que la solución puede sobrevenir sin necesidad de trasponer los límites del hogar

Es frecuente el ingreso a los servicios de urgencia de mujeres con graves cuadros de agresión que, ante la pregunta de las autoridades, manifiestan en los partes médicos que los moretones, quemaduras o cortes en sus cuerpos son producto de un accidente o de una distracción. En realidad, las heridas son ocasionadas por sus parejas.

El desconocimiento del impacto psicológico de la violencia familiar por parte del personal médico conlleva actitudes prejuiciosas y procedimientos inadecuados en su atención, afirma la doctora Gabriela Bastarrachea Sosa. Si se puede llegar a detectar cuándo una paciente oculta una situación de esta clase, es factible derivarla a especialistas que la ayuden a superar el sometimiento emocional del que es objeto.

La respuesta psicológica de la mujer tiene un primer paso, que es el sentimiento de culpa, donde asume la responsabilidad por la conducta agresiva de su pareja, en un intento de dar sentido a lo que le está sucediendo, explica la funcionaria. La víctima también presenta un alto grado de negación, que no es más que una anestesia a las emociones. Vive bajo una especie de creencia mágica, ya que imagina que su marido va a deponer su actitud y que su vida va a volver a ser tranquila, sin sobresaltos. Es decir, espera que todo regrese a una armonía que nunca ha existido.

La mujer vive permanentemente buscando signos en su pareja que le confirmen que él está mejorando. En eso agota parte de su energía, en vez de canalizarla para lograr cambiar ella misma y generar alternativas para su propia vida.

A pesar de que existe gran cantidad de información e institutos especializados para el tratamiento, muchos se niegan a aceptar la violencia como algo fuera de lo normal. A partir del momento en que una víctima desnaturaliza la violencia, empieza a tomar decisiones para salir del secuestro en el que vivió, afirma la especialista. La violencia se aprende. Estamos luchando para que se entienda que nadie nace violento.
Es una tarea difícil y los cambios quizás se verán en varias décadas después, pero es necesario empezar ahora educando a los niños y niñas, hacia una nueva masculinidad y feminidad dejando atrás los roles de géneros rígidos y estereotipados que tanto están dañando a la pareja.

En determinadas áreas de los hospitales, como ginecología y obstetricia, la atención de víctimas de la violencia es corriente. El embarazo es un factor de riesgo. Hay mujeres que sufren muchas agresiones durante la gestación. El 2% de nuestras pacientes estaban embarazadas al momento de padecer el maltrato.

La doctora Gabriela Bastarrachea Sosa es directora de la Clínica de Atención Integral a la Adolescencia y a la Violencia Familiar del Hospital O´Horán (Provincia de Yucatán – México

Dra. Gabriela Bastarrachea Sosa

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