Marcas o valores?
El gran parteaguas de la vida moderna radica, sin lugar a dudas, en el uso masivo de la Internet que ha determinado un antes y un después en la civilización moderna. A partir del momento cuando dejó de ser requisito saber programación para encender un ordenador, y cuando los costos de los equipos fueron accesibles para el grueso de la población, comenzaron a surgir fenómenos socioeconómicos que han impactado en la esfera emocional del individuo para generar nuevas relaciones de éste frente a las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Por otra parte esta apropiación de tecnologías ha llevado a cambios drásticos en la comunicación interpersonal, de modo que la comunicación cara a cara ha ido sustituyéndose por la comunicación mediada por computadora.Estos grandes cambios a nivel mundial han generado lo que se conoce bajo el término “Aldea Global” cuyo principal rasgo es la aculturación, esto es, se van borrando las fronteras culturales que antes daban identidad a los distintos grupos humanos, que finalmente se uniforman, a la vez que van apareciendo tendencias que se expanden mediante el uso masivo de la Internet. Todo ello, según señala el sociólogo Zygmunt Bauman en su obra intitulada “Vida Líquida”, (Ed. Paidós, 2ª edición, 2015) produce el llamado ”síndrome consumista” que explica diversos comportamientos del consumidor en potencia frente a la oferta del mercado.
Uno de estos grandes fenómenos de consumo tiene que ver con lo que conocemos por “marcas”. El gran aparato de mercadeo genera tendencias que son presentadas al consumidor provistas de disparadores emocionales que llevan un solo objetivo: Que el consumidor perciba la inminente necesidad de adquirir aquel producto, y que finalmente lo haga. Difícil descubrir que detrás de esos comerciales bien montados en los que aparecen figuras del medio artístico o deportivo haya una sola intención: Vender. Como padres estamos obligados a analizar los productos que hay en el mercado para decidir cuáles adquirir para nuestros hijos. Ellos, que con mucha seguridad han nacido en este tercer milenio, pertenecen a la generación “Millenial” que se caracteriza por vivir de igual manera la realidad presencial que la virtual, y son presa fácil de los afanes mercantiles de las grandes compañías transnacionales. Nosotros como padres necesitamos fijar nuestra postura y dejar muy claro lo siguiente:
Enseñemos a nuestros hijos que comprar marcas, además de resultar muy costoso, cuando puede conseguirse un producto equivalente a un menor precio, representa caer en el juego de medirnos como personas por elementos que provienen del exterior, en lugar de desarrollar una identidad personal y única a través de los valores intrínsecos de la propia persona. Así sea una gran mayoría de sus compañeros quienes compran determinado producto de marca, proveamos para ellos la suficiente confianza para apartarse de esas tendencias de moda que, en su afán de vender, irán cambiando constantemente, obligando a muchos consumidores a seguir gastando sin sentido. ¿Marcas o valores? Nosotros elegimos el camino por el cual llevamos a los hijos para que puedan desarrollar confianza en ellos mismos; sean capaces de tomar sus propias decisiones, y se atrevan a llevar una vida auténtica y satisfactoria. El Consumismo tiene un solo objetivo: Vender. La decisión final está en los padres, en fomentar valores que otorguen identidad a los hijos; les provean de una personalidad única para enfrentar la vida, y finalmente, los lleven a trascender.
Por Dra. María del Carmen Maqueo Garza* Columnista, escritora y bloguera. |
Gracisa Dra Maria del Carmen Maqueo por este gran artículo!!!!